martes, 30 de agosto de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 3

 —Bueno, para ser sincero yo tampoco sabría decirte cuál es el color de los suyos. Como te decía, hace mucho tiempo que no hemos coincidido en el mismo país.


—Su excusa fue que había dejado de mirarte a los ojos para concentrar la atención en las incontables mujeres que siempre te rodeaban. Aunque, si lo hubiera hecho, creo que bien podría comprender su dificultad.


—¿Por qué mis ojos son difíciles?


—No son difíciles, son cambiantes. A primera vista habría dicho que eran grises. Pero ahora no estoy tan segura. Bueno, ¿Una copa? Por favor, añade un poco de agua mineral a la mía.


—¿Y qué pasó con el padrino de bodas?


—¿Podrás creer que está casado? Con una pelirroja sensacional. ¿De qué sirve un padrino que no está disponible para satisfacer los caprichos de la madrina? No puedo creer que un hombre tan listo como Gustavo haya hecho tan mala elección.


—¡Espantoso! —exclamó, no del todo seguro de que ella estuviera bromeando. En ese momento, Pedro cambió de opinión. La mujer sí que estaba coqueteando con él, pero no lo hacía como el resto de las féminas. No sonreía ni batía las pestañas. No sabía exactamente qué hacía, pero había logrado captar toda su atención—. Ahora sí que voy a buscar esas copas. A menos que me ofrezca como sustituto.


—¿Del padrino de bodas?


—Sí, ya que te dejó plantada —dijo mientras recordaba que Guy se lo había pedido, pero él no pudo asegurarle que llegaría a tiempo a Londres.


—Señor Alfonso, ¿Intenta sugerir que podríamos desaparecer entre los arbustos y hacer el tonto un rato? —inquirió mirándolo con fijeza y una mueca de su boca generosa.


—Bueno, la verdad es que no me gusta precipitarme, señorita Chaves. Antes de quitarle la ropa, debo conocer a la chica. Y prefiero hacerlo en un ambiente cómodo.


—Pero eso no es divertido.


—Bueno, tampoco tengo que conocerla demasiado. ¿Una cena, un par de invitaciones a bailar, tal vez? Cuando ese obstáculo queda salvado y se llega a una mayor intimidad, me siento perfectamente dispuesto a dejarme llevar por el mal camino.


—Pero en un ambiente confortable. 


—Me gusta tomarme mi tiempo.


—¿Te gusta bailar? —preguntó con una sonrisa que a él le alegró el día.


Pedro tuvo la impresión que de alguna manera lo estaba sometiendo a un examen.


—Sí. Pero si tienes hambre podemos dejarlo e ir directamente a cenar.


—¿Y lo haces bien?


—¿Bailar?


—De eso estábamos hablando. Y sin falsas modestias, por favor. ¿Qué me dices de un tango?


—No puedo asegurarte que no vaya a darte un pisotón. Pero ponme una rosa de tallo largo entre los dientes y estoy dispuesto a intentarlo.


Paula rió de buena gana.


—Creo que es la mejor oferta que he recibido en mucho tiempo, pero no te asustes. Nada me va a sacar de esta silla durante el resto de la velada.


—Estás cansada. ¿Es muy duro el papel de madrina de una boda?


—No sabes cuánto. La organización de la fiesta no fue fácil y tuve que asegurarme de que la novia estuviera perfecta en su gran día.


Pedro siguió su mirada hacia la pareja de novios que, tomados del brazo, conversaba con unos amigos.


—Hiciste un trabajo estupendo. Gustavo es un tipo con suerte.


—La merece. Y Dani lo merece a él.


—¿Están muy unidas?


—Somos más hermanas que primas. Ambas somos hijas únicas de matrimonios mal avenidos.


—Si tuvieras una familia como la mía, pensarías que lo tuyo no fue tan malo, créeme. Bueno, iré a buscar ese whisky. 

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