Había tenido que hacerlo. No había tenido elección. Había descolgado el teléfono muchas veces, pero no había sido capaz de hablar. Había tenido miedo de que Pedro no aceptase su llamada o no quisiese escucharla. Los hombres con dinero, como él, pensaban que podían hacer lo que quisieran. Podían mentir a la policía, pedir una orden de alejamiento contra ella, todo era posible. Su familia no había tenido dinero y, no obstante, su padre había podido desaparecer de la faz de la tierra y eludir sus responsabilidades. Así que, mientras decidía cómo abordarlo, Paula se había dedicado a leer toda la información que había podido encontrar acerca de él en Internet. Aquello se había convertido en una rutina desde el día que había salido del hospital con la noticia de que estaba embarazada. En realidad, no había sabido quién era el hombre con el que iba a tener un hijo. Había cambiado toda su vida: Su carrera, su sueño, por una noche con él. Solo porque la había hecho reír, la había besado y había hecho que todo su cuerpo cobrase vida, había hecho que desease seguir a su lado en la cama mucho más tiempo del necesario.
Paula tenía claro que había sido entonces, medio dormidos, cuando se habían buscado el uno al otro y se habían dejado llevar por la pasión. Hacer un bebé era tan sencillo como aquello. Y sus dos vidas habían cambiado para siempre. Ella todavía no se lo podía creer. Por las mañanas, abría los ojos y se quedaba tumbada en la cama, con la esperanza de que todo hubiese sido una pesadilla. Adiós a su carrera. No podría bailar durante la mayor parte del año y cada vez tenía menos dinero. También recordaba con frecuencia la época anterior a que su madre hubiese conocido a Gustavo. Las mañanas de invierno en un piso en el que hacía mucho frío, esperando el desayuno con demasiado miedo como para preguntarle a su madre, que a la más mínima ocasión se ponía a llorar o a gritar. Aquella vida sin padre. La vergüenza en el colegio, donde todo el mundo hacía dibujos y escribía historias para sus padres, padres que enseñaban a montar en bicicleta. Ella no había sabido nada del suyo, solo que vivía lejos y no podía ir a visitarla. Hasta que una noche había oído que su madre le había contado a alguien que todo había ido bien hasta que ella había nacido. Después de aquello, había dejado de pensar en su padre, había intentado enterrar aquel horrible secreto en lo más profundo de su mente. Después ella había encontrado la danza y su madre, a Gustavo, y entonces había sido como perder a su madre también. Lo único que tenía era su cuerpo, la música y los pasos de baile. Si no hubiese encontrado la danza, jamás habría llegado a donde estaba. La danza le había dado seguridad en ella misma. Y esperanza. Y por fin había entendido que un hijo no era responsable de los actos de sus padres.
Pero en esos momentos tenía que pensar en una vida nueva. En cómo iba a darle todo lo que necesitaría. ¿Qué posibilidades tenía de ser una buena madre si su propia vida no había empezado hasta que no había entrado en el British Ballet? La compañía de danza era su única familia. Y también la había defraudado… Todas las mañanas pensaba en aquello y después se obligaba a levantarse de la cama, se aseaba y se tumbaba en el suelo frío, entre el minúsculo baño y la minúscula cocina, y se torturaba a sí misma con el miedo. Miedo a estar sola en aquello. Miedo a que Pedro hubiese conocido ya a otra persona y no quisiese ni verla. Había llamado a su madre y eso le había confirmado la posibilidad de estar completamente sola, porque no podía contar con ella para nada. Bueno, sí, le había dicho que iría a Londres cuando naciese el bebé, pero después se había despedido con un adiós y Paula había sabido que tardaría en verla. Entonces había decidido que tenía que ver a Pedro y hablar con él en persona lo antes posible. No había tenido elección. Había seguido sus movimientos gracias a la prensa y a Internet y se había enterado de muchas cosas, entre otras, de la regata, que se celebraba diez semanas después de que ella hubiese salido de la clínica, y que sería el momento perfecto para acercarse a él.
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