martes, 30 de agosto de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 1

Funerales y bodas. Pedro Alfonso los odiaba por igual. Al menos el primero lo había salvado de asistir a la parte más tediosa de la segunda. Y además, le proporcionaba una buena excusa para marcharse una vez cumplido su deber con uno de sus antiguos amigos. Mientras contemplaba con pesadumbre la copa casi intacta que sostenía en la mano, pensó que lo último que le apetecía era participar en un festejo.


—Estás pensando en que te atreverías con algo más fuerte, ¿Verdad?


Sólo en ese momento fue consciente de la presencia de la mujer que lo había arrancado de sus pensamientos. Era la única ocupante de una mesa en la terraza, todavía con los restos de un exquisito bufé. La única que no se encontraba en la pista de baile en el jardín, bajo el toldo. Por su mirada directa e imperturbable, Pedro tuvo la inquietante sensación de que hacía rato que lo observaba. No era el tipo de mujer que llamara la atención. Su colorido era indefinido, pardusco. Era demasiado delgada para ser hermosa, y su técnica para ligar, demasiado trillada como para atraer su interés. Sin embargo, sus rasgos eran marcados y sus ojos brillaban de inteligencia; y fue algo más que la cortesía lo que le impidió dejar el vaso y marcharse de allí.


—¿Y después de tu número le regalas al público un baile de claque?


Ella alzó las cejas, sin sonreír.


—¿Bailar? —preguntó con seriedad.


—¿No actúas en un cabaret? Entonces, tal vez tu número consista en adivinar los pensamientos del público.


Al notar el mordiente sarcasmo de sus palabras, Pedro se culpó por no haberse marchado antes. No tenía por qué dejar caer su mal humor sobre los inocentes invitados que andaban por ahí. O que permanecían sentados, como ella.


—No se necesita ser adivina para darse cuenta de que no estás disfrutando de esta velada «Hasta-que-la-muerte-nos-separe» —la mujer devolvió el golpe sin alterarse, pero sin sonreír—. Has estado tanto rato con ese vaso en la mano que seguramente su contenido ya se ha calentado. De hecho, me atrevería a pensar que te sentirías más a gusto en un velatorio que celebrando la bendición de una boda.


—Definitivamente adivinas los pensamientos —observó al tiempo que colocaba el vaso en la mesa de ella—. Aunque tengo la sensación de que el velatorio que acabo de dejar hará que esta fiesta parezca bastante más sosegada.


Y entonces se sintió verdaderamente culpable. Primero, había sido grosero con la mujer, y al ver que permanecía inmutable, intentó molestarla, sin el menor éxito al parecer. Ella se limitó a ladear ligeramente la cabeza, un gesto semejante al de un pájaro curioso.


—¿Era un familiar? —inquirió con naturalidad, evitando el típico tono reverente en circunstancias tan penosas.


Esa naturalidad fue como un extraño respiro a la locura que se había apoderado de su vida durante la última semana, y por primera vez sintió que desaparecía parte de su tensión.


—Sí, mi loco y malvado tío Alberto, un primo lejano realmente, aunque mucho mayor que yo.


Ella apoyó la barbilla en las manos, con los codos sobre la mesa.


—¿De qué modo era loco y malvado?


—Del mismo modo en que lo era su homónimo, lord Byron.


—Comprendo.


Incluso a la tenue luz del atardecer de un día de verano, con una cuantas velas encendidas en la mesa redonda, y el reflejo de la iluminación que habían puesto en los árboles, su rostro no era suave ni poseía una belleza convencional, pero la fina piel cubría unos huesos elegantes. Pedro concluyó que la fuerza que emanaba de ella provenía de su interior. No, no estaba coqueteando con él. Sólo mostraba interés.


—Loco, malvado y peligroso. Una tentación para mujeres estúpidas. Así que, ¿El bullicioso funeral fue una expresión de alivio o la celebración de una vida vivida en plenitud? —preguntó, con la mayor seriedad.


Pedro se dió cuenta de que, aunque lo hubiera deseado, ya era demasiado tarde para marcharse, así que optó por sentarse frente a ella.


—Eso depende del punto de vista de cada cual. La familia se inclinó por lo primero y los amigos por lo último. 

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