martes, 9 de agosto de 2022

Paternidad Inesperada: Capítulo 27

¿Y si hubiese podido? ¿Y si le hubiese dado la espalda a su deber? No tendrían el banco, pero seguirían teniendo dinero. No habría sido tan grave.


–La fiesta está muy animada –comentó Augusto–. Los jóvenes que han ganado la regata están de muy buen humor, ¿verdad?


Pedro tragó saliva, intentó concentrarse. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para responder. Clavó la vista al frente. Eran muchas las personas que dependían de él. Su madre, que estaba en el extranjero; David, que siempre le había sido fiel; y los empleados del banco. Una lista interminable de personas que necesitaban que él continuase con aquello. Y, además, su hijo. Y aquella mujer que había hecho que le ardiese la sangre para después marcharse de su cama antes del amanecer. La mujer a la que iba a estar atado durante el resto de su vida…


–Sí, parece que se están divirtiendo –susurró.


–Tú fuiste deportista en el pasado, ¿No? –le preguntó el otro hombre, mirándolo fijamente–. Casi llegaste a jugar de manera profesional. No siempre pensaste que ibas a seguir el camino de tu padre, ¿Verdad?


Pedro frunció el ceño. ¿Cómo sabía aquello? Había ido con los deberes hechos. Era un hombre inteligente y le estaba haciendo una entrevista.


–Fui jugador de rugby, pero de eso hace mucho tiempo.


–Pero ¿Estás seguro de que la banca es ahora tu pasión? ¿Tu mundo? Uno no puede trabajar bien en nada si no siente pasión por lo que hace.


Pedro lo miró con el rabillo del ojo. ¿Cómo sabía aquel hombre todo aquello? ¿Cómo podía saber que el banco no le importaba lo suficiente y que aquel era el motivo por el que todavía no había conseguido que se recuperase? Clavó la vista al frente. No podía mirar a Augusto de frente. Ni siquiera podía hablar. No confiaba en sí mismo.


–Porque ambos sabemos que la persona que dirija mi banco va a ser mucho más que un banquero. Yo necesito a alguien que crea en lo que hace, no que se limite a hacer su trabajo. No tengo tiempo para eso.


Pedro sintió que había llegado el momento, la oportunidad. Tenía que elegir entre negar con la cabeza y marcharse o dar un paso al frente.


–No hay nada que desee más en la vida que devolver al banco al lugar que debe ocupar. Estoy convencido de que los dos ofrecemos servicios únicos y me gustaría que pudiésemos llegar a un acuerdo.


Augusto siguió mirándolo fijamente y Pedro se esforzó en ocultar sus emociones mientras le devolvía la mirada. Nada estaba perdido. Estaba dispuesto a hacer lo posible para convencer al otro hombre de que le diese una oportunidad. Por fin lo vió asentir.


–A nosotros también nos gustaría –dijo por fin–. Ven a Lake House. Dentro de quince días.


Pedro sintió que se le quitaba un enorme peso de los hombros.


–Y trae a tu encantadora amiga. Para nosotros también es importante conocerla. Cariño, ¿no crees que ya hemos tenido suficiente fiesta? ¿Nos vamos? –le preguntó Augusto a su esposa, ofreciéndole el brazo.


–Será un placer –le respondió Pedro–. Se lo diré.


–No obstante, nosotros somos una pareja chapada a la antigua. Como todavía no están casados, no tendrán ningún privilegio bajo nuestro techo.


Pedro sonrió y le dió la mano al otro hombre para despedirse. Pensó en que Paula estaba embarazada, en que, evidentemente, no estaban casados… Todo estaba ocurriendo demasiado deprisa, casi se le estaba escapando de las manos. Casi. Tenía que convencerla  de que hiciese su papel. Vió cómo Augusto y su esposa entraban en el coche y se alejaban del castillo y se dio la media vuelta. Todavía había mucho por hacer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario