jueves, 18 de agosto de 2022

Paternidad Inesperada: Capítulo 39

 –Como te he dicho, vamos a tomarnos unas breves vacaciones. Que empiezan en este preciso momento.


Entraron en el hotel y Paula sintió frío.


–Madame necesita descansar, así que vamos a la Suite Presidencial. Que nos traigan el equipaje allí, por favor.


Un botones les abrió la puerta. Los pasos de Pedro dejaron de oírse al pisar la mullida moqueta. La luz allí era más tenue, había silencio.


–Primero, una ducha –dijo él.


Sin soltarla, la llevó al cuarto de baño, cuya decoración era del siglo anterior. Las baldosas eran de color rosa claro, lo mismo que las toallas. Los grifos, de bronce. La ducha estaba detrás de una cortina blanca y Pedro abrió el grifo y la puso debajo. Ella lo miró, el pelo ondulado, la barba que comenzaba a crecer, el deseo en su mirada.


–Me vuelves loco –admitió.


–¿Cómo de loco? –preguntó ella, mirando sus hombros y su pecho, y la línea de vello oscuro que desaparecía por la cinturilla del bañador.


Él se lo bajó y Paula se mordió el labio inferior al ver su magnífica erección. No había manera de parar aquello. No habría podido hacerlo ni aunque hubiese querido.


–¿Así de loco? –le dijo.


Se arrodilló ante él y lo acarició mientras le caía el agua sobre la espalda. Después lo tomó con la boca y lo oyó gemir.


–Paula, por favor, tienes que parar.


Ella retrocedió y recorrió su cuerpo con la mirada. Y él volvió a abrazarla, después le desató la parte superior del bikini y dejó al descubierto sus suaves pechos. Llevó los labios a uno de ellos y se lo acarició con cuidado.


–¿Está bien así? ¿No te duele?


–Podría pasarme todo el día así –le dijo ella.


–Quítate la braguita. Quiero verte desnuda. Comprobar si eres igual que en mis sueños.


Ella hizo lo que le pedía.


–¿Has soñado conmigo? –le susurró en tono pícaro.


Él sonrió de medio lado. Paula enterró los dedos en su pelo mojado, sintiéndose cada vez más envalentonada.


–Dime. ¿Has soñado conmigo? –repitió.


–Una vez o dos –respondió él, sonriendo más–. Aunque supongo que no tanto como tú conmigo.


–No he pensado absolutamente nada en tí.


Él se puso jabón en las manos y después las pasó por todo su cuerpo.


–¿Tan poco te impresioné?


Paula notó sus manos en el vientre, en los pechos, entre las piernas. Echó la cabeza hacia atrás mientras él la acariciaba justo donde más lo necesitaba. Pedro la sujetó con un brazo y la colocó sobre su regazo. Ella separó las piernas y él le acarició allí mientras la besaba apasionadamente. Y así la hizo llegar al orgasmo. Paula se retorció y gimió.


–Oh, Pedro…


Y él la envolvió en una suave toalla y la llevó al dormitorio. La secó despacio y con cuidado, y le besó la piel mientras lo hacía. Después, se arrodilló delante de ella, completamente excitado, preparado. Ella se sentó y lo miró con sorpresa.


–¿Ahora te das cuenta? –le preguntó él sonriendo, rodeándola con su cuerpo.


–¿De que tienes a la mujer de tus sueños a tu merced?


Él se echó a reír.


–No te rindes nunca.


Y le separó las piernas con la rodilla.


–Soy lo que llaman una persona motivada.


–A mí sí que me tienes motivado ahora mismo, Paula.


Entonces la penetró y ella vió cómo su gesto se retorcía de placer. Enseguida lo notó ella también, lo abrazó con las piernas y se olvidó de todas sus preocupaciones y miedo porque, en esos momentos, no le importaba nada más que aquello. 

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