jueves, 18 de agosto de 2022

Paternidad Inesperada: Capítulo 40

 -Este lugar es increíble. No tenía ni idea de que existían estas pequeñas islas. ¿Cómo las descubriste tú? –le preguntó Paula antes de meterse un bocado de deliciosa ensalada en la boca.


Era la hora de la cena y estaba muerta de hambre. Habían hecho el amor toda la tarde y después habían dormido un rato, hasta la puesta de sol. Solo sabía que se deseaban el uno al otro. Ella no podía desearlo más y, aunque su mente estuviese empezando a advertirle que tuviese cuidado, ella no la quería escuchar. Todavía no. Miró a Pedro, que estaba sentado al otro lado de la mesa, perdido en aquel mundo en el que desaparecía tan a menudo. Tenía el pelo retirado del rostro y el ceño fruncido. Se había puesto una camisa blanca sin cuello, que contrastaba con su pecho moreno, y Paula pensó que estaba más guapo que nunca.


–Solíamos navegar por aquí cuando yo era niño, con mis padres.


–¿Hay algún deporte que no practiques? –le preguntó ella, arrepintiéndose al instante.


Pedro se había puesto serio de repente, era como si se estuviese preparando para decirle algo, y Paula todavía no se sentía preparada para escucharlo. Aunque después de aquel día se separasen, se verían obligados a estar juntos muchas veces en el futuro. ¿Qué clase de relación tendrían? ¿Seguirían teniendo sexo para después marcharse cada uno por su lado? ¿O cortaría él por lo sano para no volver a verla jamás? A pesar de que se le había hecho un nudo en el estómago de repente, ella se obligó a sonreír. Tenían que hablar seriamente. Llevaba posponiendo el momento desde esa mañana, pero no quería estropear el ambiente todavía.


–Nadas, juegas al rugby, boxeas…


Él la estaba mirando fijamente. Arqueó una ceja.


–No sé bailar ballet –le respondió.


Paula sonrió.


–Nuestro hijo sabrá. Sobre todo, si es chico. Yo le enseñaré.


–Me parece una idea interesante –dijo él, sonriendo también–. ¿Serás una de esas madres controladoras, que están encima de los profesores, y protestarán si no eligen a Pepe Junior para representar la función de fin de curso?


–Es probable. Y tú también, no me digas que no.


–Me parece que nos esperan momentos muy interesantes –le respondió él, pero al mismo tiempo parecía perdido en sus pensamientos.


Tocó su copa con un dedo. Aquella era la señal de que estaba preparado para hablar. Antes o después tenía que pasar. Ella dejo el tenedor y el cuchillo y esperó a que empezase. El restaurante estaba prácticamente en silencio y ella miró el plato de Pedro y le preguntó:


–¿No vas a comer nada? ¿Ni a beber? ¿No quieres vino? No te prives de él por mí.


–No. He dejado de beber alcohol –le dijo él, esbozando una sonrisa.


–¿Por qué? ¿Por motivos de salud? Eres el hombre más sano que conozco. Un poco de vino no te hace ningún daño.


Él negó con la cabeza.


–Hay muchas cosas de mí que no conoces, y que deberías saber si vamos a hacer esto juntos.


Paula sintió miedo y esperanza en igual medida. Y entonces se dio cuenta de que quería pasar más tiempo con él. No solo criando a su hijo, sino juntos. Como amigos y como amantes. Pero Pedro era un hombre que no se comprometía. Y ella jamás rogaría a ningún hombre.


–Mi padre tuvo una relación complicada con el alcohol…


Tenía la mirada perdida y había vuelto a tocar la copa. La vela que había entre ambos proyectó sombras en su rostro, haciendo que pareciese muy triste de repente.

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