martes, 3 de octubre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 25

Después de vestirse, Pedro se asomó al dormitorio principal. No había rastro de la ropa. Cuando subió a cubierta, encontró a Paula sentada allí. Se había puesto unas gafas de sol que le tapaban medio rostro. Parecía fresca y distante… un tanto intocable. Él se detuvo para contemplarla y se dio cuenta de que, solo porque la hubieraposeído la noche anterior, eso no significaba que estuviera cerca de conocer todos los secretos que ocultaba.

—¿Lista para volver al mundo real? —preguntó él.

Ella ladeó la cabeza, observándolo.

—Supongo que sí. Tengo una reunión esta mañana y, como no nos demos prisa, voy a llegar tarde.

—Yo también he quedado —señaló él—. Tengo una máquina de café en la cocina,si quieres un poco.

Pedro encendió los motores. Sin embargo, no tenía muchas ganas de volver a puerto. Quería quedarse allí, en medio del mar, con Paula. Si fuera otro hombre, le pediría que se escapara con él y la raptaría sin más, para llevarla a algún lugar exótico ylejano. Pero los dos tenían una familia en la que pensar. Los Chaves lo crucificarían siintentara robarles a su hija pródiga.

—¿Por qué me estás mirando así?

—Estaba planeando secuestrarte y atarte desnuda a mi cama.

—No te creo —repuso ella, meneando la cabeza—. Nunca dejarías plantados a tus hermanos.

—Ni tú aceptarías. Apuesto a que, si lo intentara, saltarías por la borda y volverías nadando a Miami.

—Tal vez —repuso ella, encogiéndose de hombros.

—Nada de tal vez —aseguró él, poniendo rumbo al puerto—. Te sientes culpable con tus abuelos y estás dispuesta a hacer lo que sea para que estén orgullos de tí.

Paula se rodeó la cintura con un brazo y le dió la espalda, mirando al horizonte. Él se preguntó qué estaría pensando.

—¿Cuándo vas a contármelo? —pidió él.

—Esta noche. Quiero que vengas a mi casa. Será más fácil hablarte del pasado si estás allí. Pero, si lo hago, lo nuestro ya no será una aventura de vacaciones.

—¿Estás segura de que quieres hacerlo?

—Sí, creo que tenemos que seguir adelante. Yo no quiero dejarlo… todavía, no.

—Podemos formar una asociación a corto plazo.

—Eso es —afirmó ella—. Y será beneficiosa para ambos mientras dure.

—Y placentera —añadió él, aminorando la velocidad al acercarse al puerto.

—¿A qué hora quedamos esta noche? —preguntó él, parando el motor.

—¿Te parece bien a las siete?

—Sí. ¿Quieres que te deje en el Ritz ahora? —se ofreció él y le dió la mano para bajar al muelle.

—Sí, por favor.

Pedro la llevó en su coche hasta el hotel y se quedó mirándola unos minutos mientras ella se dirigía a la entrada.

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