jueves, 5 de octubre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 32

Pedro llevó a Paula en brazos a la hamaca. Ya no quería hablar más. Lo que necesitaba era tener su cuerpo, desnudo y retorciéndose de placer debajo de él. Necesitaba que ambos se desconectaran de sus pensamientos y lo necesitaba en ese momento. La dejó en la hamaca y se sentó a su lado.

—¿Qué estás haciendo?

—Si no te lo imaginas, es que no lo estoy haciendo bien.

—Parece como si me fueras a hacer el amor —aventuró ella.

—Eso es. Esperaba que dijeras que era una fantasía erótica hecha realidad para tí.

—Es más que eso —reconoció ella—. Lo de anoche me hizo sentir mucho más de lo que creía posible…

Pedro Justin la apretó contra su cuerpo, Paula meció las caderas, acariciándolo.A él le encantaba sentirla contra su erección. Entonces, le bajó los pantalones y, luego, se bajó los suyos, dejando libre su entrepierna. Ella llevaba puesto un tanga y, al sentir sus glúteos, él gimió.

—Vas a matarme —le susurró él al oído.

Paula gimió su nombre y abrió las piernas, inclinándose hacia delante para que pudiera entrar dentro de ella con más facilidad. Él le sujetó las caderas con ambas manos y la penetró. Acto seguido, comenzó a moverse, escuchando los sonidos de placer de ella. Pensó que nunca se cansaría de escuchar sus gemidos. Con cada arremetida, las paredes aterciopeladas del húmedo interior de Paula se contraían, acariciándolo y llevándolo poco a poco cerca del orgasmo. De pronto, el mundo pareció estallar a su alrededor. Ella se retorció en susbrazos y gritó de placer mientras él se vaciaba en su interior. En cuanto fue capaz de tomar el control de sí mismo de nuevo, la tomó ensus brazos y la llevó a la casa.

—¿Dónde tienes el baño? —preguntó él.

—Al final del pasillo, la primera puerta a la izquierda.

Pedro la llevó, mientras ella se sumergía en sus brazos. Se sentía segura y… mimada. Nunca había experimentado algo así antes.Él la dejó sobre la encimera. El baño tenía una gran bañera con hidromasaje. Paula lo observó mientras él abría el grifo y regulaba la temperatura. Era un hombre muy guapo y a ella le encantaba mirar cómo se movía desnudo.

—¿Gel de baño? —preguntó él.

—Bajo el lavabo. Yo te lo daré —se ofreció ella.

—No, quédate donde estas. Quiero hacerlo yo —repuso él y se acercó para abrazarla.

Cuando Paula apoyó la cabeza en su pecho, de pronto, tuvo la intuición de que aquello no iba a durar. Y quiso aferrarse a él con todas sus fuerzas. Así lo hizo, hasta que Pedro se echó hacia atrás.

—¿Estás bien?

—Sí. Estoy lista para ese baño.

—Y yo.

Pedro puso jabón líquido en el agua corriente. Pronto, se formó un mar de burbujas. Él cerró el grifo, tomó a Paula en sus brazos y entró en la bañera.Se sentó en el agua, con ella entre sus brazos.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿Cómo no iba a estarlo?

—Me he portado como un animal ahí fuera. Me has excitado demasiado y solo podía pensar en poseerte. Solo de pensarlo me estoy poniendo duro otra vez.

—Pensé que los hombres de cierta edad necesitaban un tiempo para recuperarse.

—No contigo cerca —admitió él.

Pedro la abrazó con fuerza en un gesto tan dulce que a Paula se le derritió el corazón.

—Espero que, a partir de ahora, cuando estés aquí pienses en mí —dijo él.

—Sin duda —aseguró ella.

Tras un baño lleno de caricias, salieron de la bañera. Paula encontró albornoces en un armario, pues su abuela solía guardarlos allí para los huéspedes, y se los pusieron. Pedro la acompañó a la piscina y se ofreció a recoger los platos de la cena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario