martes, 3 de octubre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 27

—¿Nunca has pensado en casarte?

—No he encontrado a la persona adecuada todavía —respondió Pedro.

Eso era loque decía siempre. Sin embargo, la verdad era que estaba casado con su trabajo. Aunque no le importaría tomarse un poco más de tiempo libre para pasarlo con Paula, pensó, casi sin querer. Entonces, se preguntó cómo serían sus hijos… ¿Cómo? Diablos, no debía dejar quesus pensamientos vagaran a la deriva de esa manera, se reprendió a sí mismo. Debía centrarse en el proyecto del mercado y nada más.

—Sería difícil estar casado, cuando paso todo el tiempo en la oficina intentando solucionar problemas, como eso de las medidas cautelares.

Sergio rió.

—Sabía que esa era la verdadera razón por la que me has invitado hoy.

—Eh, yo he escuchado las historias de tus hijas —repuso Pedro con una sonrisa.

Sergio y él eran amigos y habían jugado juntos en el mismo equipo de voleibol playa hacía pocos años. También había sido de mucha ayuda cuando Federico había querido añadir una barra y una pista de baile en la azotea de Luna Azul. Habían habido problemas con los ruidos y habían tenido que hacer muchas negociaciones para conseguir el permiso de urbanismo.

—Es verdad. Bueno, pues como adelanto puedo decirte que estoy casi seguro de que no están violando ninguna ordenanza de urbanismo con su proyecto. Hay una que especifica que tienen que contratar compañías locales. Por eso, si cuentan con los pequeños empresarios de Pequeña Habana, no hay razón para que los neguemos los permisos que necesitan.

Pedro asintió. Tenía sentido. Paró el carrito delante del hoyo diecisiete y, mientras Sergio tiraba, pensó que podía utilizar compañías de reformas de la zona para la renovación del edificio.

—¿Y las tiendas? —quiso saber Pedro.

—En cada puesto que había un vendedor local, tiene que haber otro. Por eso,tendrá que haber una tienda de alimentación cubana. Si no quieren conservar a los que hay ahora, tendrán que sustituirlos por otros que también sean del barrio. Propondrían darle un puesto a la franquicia Whole Foods. Eso no sería posible.

—¿Estás seguro? —preguntó Pedro, sorprendido.

—Claro. Puedes reclamarlo ante los tribunales, pero tardarás años en conseguir una resolución. Es más fácil trabajar con pequeños vendedores locales y hacer queformen parte de tu equipo.

—Eso es lo que tú crees.

Sergio rió.

—Tu problema es que estás acostumbrado a mandar. Debes ceder un poco, también.

—Nada de eso —negó Pedro en tono de broma—. En serio, hemos creado un comité formado por pequeños empresarios locales y creo que podremos establecer una alianza con ellos. ¿Qué más necesitas que haga?

—Que guardes silencio mientras tiro.

Pedro se quedó callado y Sergio casi metió la bola en el hoyo. Cuando le tocó el turno, apuntó y dió de lleno en el blanco. Sergio silbó.

—Necesito ver las ofertas de tres empresas de construcción y reformas que vayas a usar y, si al menos una de ellas es del barrio, tendrás mi visto bueno. Y no olvides loque te he dicho de las tiendas, porque la gente de aquí no piensa olvidarlo.

—Entendido. Como sabes, cuando Federico compró el club no quisieron tener nada que ver con él, por eso, nunca pensamos que quisieran formar parte del centro comercial.

—Ahora la situación es diferente —comentó Sergio—. Después del éxito que han tenido con Luna Azul, casi todos los empresarios de Pequeña Habana están esperando que hagan lo mismo con el centro comercial y querrán formar parte del proyecto —señaló—. Es increíble lo mucho que han cambiado las cosas. Lo que antes eran un barrio pobre y deprimido se está convirtiendo en una zona próspera ycomercial.

—Sí —afirmó Pedro.

A partir de ahí la conversación giró en torno al golf. 

La reunión de comité era a las cinco, pero Paula llegó diez minutos tarde, porque su abuela había querido hablar con ella sobre sus razones para no quedarse en su casa,sino en un hotel. Esa noche, tal vez, sería el momento de regresar y tomar posesión de ella de nuevo. Y había invitado a un hombre a quien apenas conocía para que la ayudara a lograrlo.

Entrando en las oficinas de Luna Azul, Paula esperaba encontrarse a Pedro en la reunión. Sin embargo, era Federico quien estaba allí. Ella frunció el ceño, pero trató de no darle importancia. Debía centrarse en los negocios, se dijo. Su relación, al fin y al cabo, no debía tener nada que ver con eso. Aunque, igual, no podía llamarse relación, reflexionó. Eran amantes, eso era todo. Nada sería permanente entre ellos.

La sala de reuniones estaba llena de amigos y primos suyos. Los líderes de la comunidad eran su familia. Todo el mundo que tenía algo en juego en el mercado estaba allí.

—Pedro va a llegar tarde. Y ahora que Paula ha llegado podemos empezar. Me alegro de poder decirles que, después de haber hablado con mi hermano y de haberme reunido con Paula, creo que podemos encontrar una solución satisfactoria para todos.

—Ya veremos —dijo Alfredo Chaves.

—Creo que te gustará, Alfredo—señaló Federico— Para empezar, quiero disculparme por no haber acudido antes a los líderes de la comunidad. Lo que sucede es que, hace diez años, cuando abrimos el club, nadie quería que nosotros fuéramos parte de la comunidad.

—Los tiempos han cambiado —observó Paula—. ¿Qué es lo que pensabas ofrecemos?

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