jueves, 5 de octubre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 29

Había sido un día muy largo, pensó Pedro mientras conducía hacia la casa de Paula. Los edificios de los alrededores eran bastante nuevos, pues esa zona había sidocastigada por el huracán Andrés en 1992 y había sido reconstruida por completo. Estaba satisfecho con lo que había conseguido. Lo normal era que, en ese punto dela negociación, estuviera deseando tener convencido a todo el mundo y cerrar el trato. Sin embargo, en ese caso, sabía que cuando eso ocurriera, Paula se iría. Y no quería que se fuera.

La idea que había tenido Paula de que los miembros del comité fueran a Luna Azul esa noche había sido genial. Diego y Federico se asegurarían de lo que lo pasaran bien. Diego había invitado a su amigo, el rapero y actor Hutch Damien, para que los acompañara. Y la novia de Diego, Nadia Miller, iba a enseñarles unos pasos de baile a ambos hermanos ya llamarlos cuando hicieran la fila de la conga.

Pedro se detuvo delante de la dirección que Paula le había dado. Ella le iba a preparar un plato típico cubano. En lo relativo a los negocios, no era la mejor idea estar allí. Podía decirse a sí mismo que su objetivo era relajarse o conocer mejor a su enemigo, pero en realidad sabía quehabía ido a verla por una única razón. Quería hacerlo. Paula lo estaba cambiando. Y lo más probable era que ella ni siquiera lo sospechara, caviló. Era una mujer con sus propios planes y sus secretos. Y eso último era lo que pretendía desvelar esa noche.

Paula abrió la puerta principal y salió al porche a recibirlo. Estaba descalza y llevaba unos pantalones cortos color verde y una blusa de cuadros.

—¿Vas a entrar o piensas quedarte ahí toda la noche?

—Pienso entrar —repuso él, apagando el motor del coche y tomando las flores y el vino que había comprado.

Pedro recordaba que su padre siempre solía decir que no podía ir a visitar a una mujer con las manos vacías. Salió y caminó hacia la casa. El césped de la entrada estaba muy corto y no teníaflores. La casa parecía un poco… solitaria.

Lo mismo le sucedía a Paula mientras estaba de pie en el porche, abrazándose de la cintura. Ella entró y él la siguió hasta el vestíbulo, que estaba decorado en tonos tierra con un estilo muy latino. Según se adentraban en la casa, las paredes se tomaban de color amarillo claro.Había un retrato familiar en la pared central del salón. El comedor estaba a la derecha.

—¿De quién es la casa? —preguntó él.

—Mía.

—¿Aquí creciste?

—No. Yo… la heredé de mi tía. Solía alquilarla y darles a mis abuelos lo que sacaba por ella. Pero, como he vuelto a la ciudad, mi abuela no ha buscado inquilinos para el verano.

—¿Y por qué te quedas en el Ritz en vez de aquí? —quiso saber él.

La casa parecía acogedora, aunque se notaba que no estaba habitada.

—Es por… los fantasmas del pasado. Lo que quiero es un sitio donde poder concentrarme en mi trabajo para volver pronto a Nueva York. Además, si me quedara aquí, no podría fingir que estoy de vacaciones.

—Es verdad —admitió él—. Te he traído estas flores.

Pedro le tendió las flores y ella las olió. Era un ramo de margaritas y rosas.

—Es precioso —comentó ella—. Voy a ponerlas en agua. ¿Quieres acompañarme a la cocina? También puedes esperarme en la piscina.

—Iré contigo —repuso él, siguiéndola a la cocina.

Paula abrió un armario, sacó un jarrón y puso las flores en agua. Luego, se apoyó en la encimera para mirar a Pedro.

—Gracias. Creo que mi padre fue el último hombre que me ha regalado flores.

Él sabía que sus padres estaban muertos. Eso significaba que había pasado mucho tiempo desde que un hombre la había mimado.

—De nada —respondió él, dejando la botella de vino tinto en la mesa.

—La cena está casi lista. Podemos tomar una copa y sentamos fuera, junto a la piscina.

—Me parece genial.

Paula preparó dos mojitos y lo condujo al patio trasero. Había una fuente en el centro de la piscina. Ella se sentó en una hamaca y él, a su lado.

—Bueno… ¿Qué tal te ha ido hoy con mi hermano? —inquirió él—. ¿Por qué no me habías dicho que ibas a reunirte con él?

—Tal vez, por la misma razón que tú no me dijiste que habías quedado con Sergio para jugar al golf.

Pedro rió.

—Supongo que los dos queremos ganar.

—Así es. Una cosa que me ha llamado la atención hoy en su club es que refleja un respeto y una admiración genuinos por el sabor cubano.

—Estamos en deuda con su comunidad, por eso queremos hacer el mercado de la mejor manera posible.

—Entiendo. Tu hermano me habló de su niñera.

—¿María? Contaba unos cuentos estupendos. Tenía un don para darle realismo a sus historias.

—Mi padre también era así. Me contaba historias fantásticas todas las noches — recordó Paula, sonriendo—. Me hacía sentir invencible.

Pedro se sentó al borde de la cama, mirándola.

—¿Qué o quién te hizo darte cuenta de que no lo eras?

Paula no quería hablar de su pasado, pero sabía que debía hacerlo con Pedro. No solía salir con hombres. Así, se ahorraba tener que hablar de su familia y de Fernando. Había tenido algunas aventuras, pero habían sido breves, siempre limitadas por su extenso horario de trabajo.

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