martes, 24 de octubre de 2017

Propuesta: Capítulo 11

En ese instante sonó el teléfono móvil y ella puso los ojos en blanco al ver que quien llamaba era su madre. Exhaló un suspiro antes de decir:

—¿Sí, mamá?

—Habrás sabido por tu abogado que hemos encontrado una estipulación en tu fondo fiduciario.

—Sí, ya me lo ha contado —por supuesto, Alejandra Chaves se había tomado la molestia  de  llamar  para  regodease.  Si  todo  les  salía  bien,  acabaría  dependiendo  de  ellos de por vida.

—Bien.  Tu  padre y yo  esperamos  que  pongas  fin  a  esta  estupidez  y  vuelvas  a  casa.

—Lo siento, mamá, pero ya estoy en casa.

—No, no lo estás, y si sigues haciendo el idiota, acabarás arrepintiéndote. ¿Qué harás cuando te quedes sin dinero?

—Supongo que buscar un trabajo.

—No seas ridícula.

—Hablo  en  serio.   Lamento que no  sepas  apreciar  la  diferencia.   Tengo   veinticinco años, por Dios santo. Tienen que dejar que haga mi vida.

—Y te dejaremos, pero allí no. Además, David ha estado preguntado por tí.

—Muy amable por su parte. ¿Alguna cosa más, mamá?

—Quiero que dejes de complicar las cosas.

—Si querer vivir mi vida como yo quiero, es complicar las cosas, prepárate para más días complicados de ahora en adelante. Adiós, mamá.

 Por  respeto,  Paula no colgó el  teléfono  hasta  que  oyó  que  su  madre  colgaba,  y  entonces negó con la cabeza. Sus padres estaban convencidos de que la tenían donde ellos querían. Y esa posibilidad le preocupaba más que ninguna otra cosa.


Pedro paseó  la  mirada  por  la  habitación.  Todos  sus  primos  habían  conversado  en un aparte con Paula. Sin duda estaban tan fascinados por su inteligencia como por su  belleza.  Y  había  sido  así  desde  el  momento  en  que  llegó.  Más  de  una  vez  había  tenido  que  lanzar una  mirada asesina  a  Pablo para que retrocediera.  No sabía  muy  bien por qué. De  hecho,  según  su  punto  de  vista,  ella  estaba  bastante  fría  con  él.  Aunque  se  mostraba educada, nadie podría imaginar que había devorado su boca como lo había hecho  tres  días  antes  en  su  despacho.  Y  quizá  era  ésa  la  razón  por  la  que  Paula actuaba de aquel modo. Se supone que nadie lo sabía. Era su secreto. ¿No? No.

Conocía  bien  a  su  familia,  mucho  mejor  que  ella.  El  hecho  de  que  ellos  dos  actuasen  como  si  fuesen  conocidos  sólo  les  hacía  sospechar.  Su  hermano  Nicolás   ya  había expresado sus sospechas.

—¿Problemas en el paraíso con la belleza sureña?

 Él había fruncido el ceño, tentado de decirle a Nicolás que no había problemas en el paraíso porque él y Paula no tenían ese tipo de relación. Tan sólo se habían besado una vez, por Dios santo. Dos, teniendo en cuenta que hubo un segundo beso antes de salir del despacho. Así que, de acuerdo, se habían besado dos veces. No era para tanto. Inspiró hondo y se preguntó por qué le daba tanta importancia si no era para tanto. ¿Por qué había  llegado  temprano  a esperar su llegada como un  niño espera  la  llegada  de  la  Navidad?

—Estás muy callado esta noche, Pepe.

Levantó la vista, vió que su prima Romina estaba junto a él y supo por qué estaba allí. No sólo quería hurgar en su cabeza: quería diseccionar su mente.

—No más que de costumbre, Romi.

—Pues yo creo que sí. ¿Tiene Paula algo que ver?

 —¿Y qué te hace pensar así?

Ella se encogió de hombros.

—Es que no paras de mirarla cuando crees que nadie te ve.

—Eso no es verdad.

Romina sonrió.

—Sí lo es. Seguramente lo haces sin darte cuenta.

¿Era  así?  ¿Se  había  notado  tanto  que  miraba  a  Paula?  Por  supuesto, alguien  como Romina, que siempre estaba al tanto de todo y de todos, o al menos, lo intentaba, no dejaba pasar esas cosas por alto.

—Pensaba que iba a ser una cena informal.

Romina sonrió.

—Eso  pensó  Diego la  primera  vez  que  trajo  a  Nadia para  presentársela  a  la  familia.

 —La única diferencia es que Diego trajo a Nadia. Yo no he traído a Paulani la he invitado.

—¿Estás diciendo que preferirías que no hubiese venido?

Odiaba  que  Romina intentara  poner  en  su  boca  cosas  que  no  había  dicho.  Y  hablando de boca... miró hacia el otro lado de la habitación y vió cómo se movía la de Paula sin poder evitar recordar todo lo que había hecho con ella al besarla.

—¿Pepe?

No hay comentarios:

Publicar un comentario