jueves, 12 de octubre de 2017

Inevitable Atracción: Capítulo 38

Pedro la penetró tres veces más antes de estremecerse y vaciarse dentro de ella.Después, sin soltarla, se colocó a su lado.

—Yo… —comenzó a decir ella, apoyándose en un codo para mirarlo.

—No digas nada.

—¿Por qué? ¿Está mal?

Pedro la tomó entre sus brazos, de forma que ella apoyara la cabeza en su pecho, sobre su corazón, que latía con fuerza.

—No puedo pensar con claridad.

—No podemos seguir fingiendo que esto es una aventura de vacaciones —comentó ella.

—No. A mí nunca se me ha dado bien fingir. Para mí, eres más que una aventura pasajera.

Ella sentía lo mismo. Y quería más.

Una semana después, Paula seguía tratando de poner orden en su cabeza respecto a su relación con Pedro. Sus abuelos y los otros miembros del comité habían tenido reuniones con él en Luna Azul. Ella había participado en algunas, aunque había intentado mantenerse al margen casi siempre. Justo cuando estaba saliendo de la tienda de sus abuelos, le sonó el móvil. Era Pedro.

—Ponte los zapatos de baile esta noche. Voy a sacarte a dar una vuelta.

—¿De verdad? ¿No crees que deberías preguntármelo primero?

—No, sé que al principio discutirías y, luego, aceptarías. Así nos ahorro tiempo.

—De acuerdo, entonces, supongo que acepto salir contigo. ¿Adónde vamos?

—A Luna Azul. Hoy hay una fiesta y nunca hemos estado juntos allí.

—¿Una fiesta?

—Sí, señora. He terminado la última reunión con los tenderos del mercado y todo el mundo se ha sumado al proyecto. Gracias por tu ayuda.

—De nada. Era tan importante para mí como para tí. 

—Lo sé —afirmó él—. Por eso quiero celebrarlo. Te recogeré a las siete y cenaremos primero en mi restaurante favorito.

—Espera un momento. No puedo —dijo ella de forma abrupta.

—¿Por qué no?

Paula se dió cuenta de que estaba temblando.

—Lo nuestro es solo una aventura de vacaciones, ¿Recuerdas? No podemos mezclar los negocios y el placer. Es imposible.

—¿Por qué no?

—Porque, si lo hacemos, perderé mi madurez. Volveré a convertirme en la chica que era antes. Y no puedo hacer eso.

—No vas a convertirte en la chica que eras antes. Ahora eres una mujer, Paula,una triunfadora segura de sí misma. Nunca vas a volverte a enamorar de un timador. Y yo no voy a timarte. Siempre he sido honesto contigo.

Eso era cierto, reconoció ella para sus adentros.

—Es verdad. Pero yo no he sido honesta conmigo misma. No puedo fingir que no signifiques nada para mí y sé que no tenemos ningún futuro. No puedo quedarme.

—¿Por qué no?

—Porque tengo una vida en Nueva York, y me gusta.

—Lo entiendo. Podemos hablar de ello en la cena. Quiero celebrar el éxito en el proyecto en que tanto hemos trabajado tú y yo. Al menos, concédeme eso.

Paula se dió cuenta de que, si volvía a verlo, no iba a poder marcharse. Pedro  no la dejaría y ella, en lo que a él respectaba, carecía de fuerza de voluntad.

—Me parece bien —mintió ella.

Si todo salía como pensaba, después de aquella noche, no volvería a verlo nunca más. En un abrir y cerrar de ojos, estaría de vuelta en Nueva York, a salvo. Quedarse allí… no era una opción, por muy tentador que le pareciera.

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