—Primero, nos gustaría contratar a una compañía local para la reforma del edificio. ¿Pueden recomendarnos algunas?
A Paula le gustó la idea y se preguntó si lo que había pasado la noche anterior con Pedro tendría algo que ver con ello.
—Podemos pasaros una lista. Pablo, tú acabas de reformar tu librería.
—Sí y he quedado muy contento con cómo ha quedado. Eso está muy bien para las empresas de construcción, Federico. ¿Pero qué me dices de los que tenemos tiendas en el mercado?
—Se quedarán los vendedores que hay en la actualidad, pero tendremos que rediseñar las tiendas —afirmó Pedro, entrando en la sala.
Al parecer, había estado al sol, adivinó Paula. Estaba más moreno. Y llevaba la misma ropa que había llevado cuando se había despedido de ella esa mañana, hacía ocho horas.
—No queremos tiendas de clase alta que no tengan nada que ver con nosotros —protestóTomás.
—Consultaré con cada uno de ustedes por separado —explicó Pedro—. Me gustaría establecer citas para los siguientes días, para saber lo que les gustaría. Luego,espero que queden convencidos y podamos empezar a trabajar.
—Ya veremos —dijo Paula—. Pedro, ¿Tienes las ofertas de empleo para las compañías de construcción?
—Sí —repuso él y le tendió unos papeles.
Paula los ojeó.
—¿Puedo hablar con el comité un momento sin ustedes? —pidió ella.
—Claro —afirmó Federico.
Los dos hermanos salieron de la sala. Selena se puso en pie y miró a su abuelo y a los otros hombres y mujeres con los que había crecido.
—Creo que podemos conseguir lo que queremos si somos cuidadosos. No pueden echar a nadie de su tienda, pues urbanismo les obliga a alquilarle el puesto a otro vendedor local, si no renuevan el alquiler antiguo.
—Es una buena noticia —comentó Alfredo—. ¿Y cómo vamos a mantener nuestro sabor cubano en el nuevo centro comercial?
—¿Cuántos de ustedes concocen Luna Azul? Unos cuantos levantaron las manos, pero pocos.—Nuestra misión para esta noche es ir a conocer al enemigo. Quiero que visiten la planta baja del club para que sepáis todo el esfuerzo que han puesto en renovar eledificio. Pero lo que más os va a impresionar es lo que han hecho en la azotea. Es el tipo de ambiente que me gustaría que llevaran al mercado.
—¿Qué quieres decir con eso? No puedo llevar a tu abuela a un club nocturno.
—No es como tú crees, abuelito. Y tienes que hacerlo. Mañana, nos reuniremos para exponer sus opiniones… ¿Podemos quedar en tu librería otra vez, Pablo?
—Sí, claro.
—Van a hacer el centro comercial, por muchos obstáculos que les pongamos. Solo tenemos que asegurarnos de que lo hagan de la forma que nosotros queremos — apuntó Paula.
Hubo un coro de murmullos en la mesa, pero todo el mundo se mostró de acuerdo en visitar Luna Azul esa noche.
—¿Tú también vas a ir? —preguntó Alfredo.
—Yo ya conozco el club. Y tengo planes para esta noche.
—¿Con quién? —inquirió su abuelo.
—No es asunto tuyo —respondió ella.
—Debe de ser un hombre —adivinó Pablo.
—Déjala —intervino Luz, la esposa de Pablo—. Les ha dicho que no metan las narices en eso.
—Ya lo sé. Lo que pasa es que no sabía que nuestra Paula se hubiera echado un novio.
Por eso, Paula vivía en otro estado. Sabía que su gente la quería y se preocupaba por ella, pero no quería que hablaran de su vida en comité familiar.
—De acuerdo, ya está. Ahora me voy. Les diré a los hermanos Alfonso que quedaremos con ellos la semana que viene —indicó Paula.
—Me parece bien —dio Pablo.
Todos los demás aceptaron también y fueron saliendo. Antes de irse, el abuelo de Paula le dió un beso para despedirse.
—Ven a desayunar mañana para que podamos hablar.
—Abuelito…
—No discutas, Pau. Quiero saber quién es ese hombre con el que sales.
—No tienes que preocuparte. No es como Fernando.
—No estoy preocupado. Pero el que tú lo guardes en secreto me hace pensar que eres tú quien teme algo.
—Bueno, pero iré a comer, no a desayunar.
—Está bien.
Paula vió marchar a su abuelo, pensando que él tenía razón. Tenía miedo de abrir su corazón a Pedro porque sabía que, en el juego del amor, ella no podía ganar.
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