martes, 5 de septiembre de 2023

Un Trato Arriesgado: Capítulo 51

Paula nunca había tenido talento para ocultar sus emociones. Y no sólo su rostro era como un libro abierto. Alicia siempre había sabido detectar hasta el matiz más leve de su voz. Y esa noche no había sido una excepción, aunque tenía más que ver con el hecho de haber prorrumpido en llanto apenas ella atendió su llamada. Como era de esperar, Alicia no tardó en llegar a su casa. Siempre había estado junto a ella cuando la necesitaba y Paula la quería por eso. Cuando al fin el llanto se agotó, estuvo en disposición de hablar.


–¿Qué sucede, cariño? Nunca te había visto así.


La preocupación reflejada en el rostro de Paula le destrozó el corazón. No quería abrumar a su madre adoptiva con una historia tan sórdida, así que decidió darle una versión abreviada de los hechos.


–Es un lío, Ali. Mi vida es un caos.


Alicia la miró detenidamente.


–Tienes tu propio negocio, tu propia casa, te he visto resplandeciente estos últimos meses… –dijo y de pronto hizo sonar los dedos–. Eso es. Se trata de Pedro, ¿No es así?


–Sí, creo que he hecho algo verdaderamente estúpido.


Alicia movió las manos como para ahuyentar los problemas.


–Eso no es estúpido, querida, se llama divertirse un poco. ¡Y además es hora de que lo hagas!


–No hablo de divertirme, creo que he hecho algo mil veces peor –confesó la joven al tiempo que jugueteaba con el borde de la falda.


Alicia le tomó la mano.


–Te has enamorado de él.


Paula asintió con la cabeza.


–¿Ves? Te he dicho que era estúpido.


Alicia le apretó la mano.


–Perdóname por ser una vieja senil, ¿Pero eso no es bueno?


–Él no me ama.


Ya lo había dicho. No se produjeron truenos ni tampoco cayó abatida por un rayo. Sólo sentía como si se le hubiera destrozado el corazón cuando salió de la oficina y finalmente se dió cuenta de que él no la amaba. Alicia alzó las cejas.


–¿Estás de broma? El modo en que ese joven te mira es realmente obsceno. ¡Te adora!


–El amor no se limita sólo al sexo, Ali.


–No, pero Pedro te quiere. No olvides que conozco a la gente. Mi oficio consiste en hacer de casamentera.


En ese momento Alicia le recordó a una vieja sabia, sentada frente a ella con su amplia falda de gitana y un chal de seda. La imagen le levantó el ánimo por primera vez en el día y le hizo sonreír.


–Oye, no me lo recuerdes. Por tu culpa estoy metida en este lío. Tú y tu maldito ordenador.


Alicia puso los ojos en blanco.


–Mi maldito ordenador, como tan poco respetuosamente lo llamas, nunca se ha equivocado.


–Créeme. Esta vez sufrió un cortocircuito y se fundió.


Ambas se echaron a reír. Para Paula fue maravilloso porque pensaba que nunca más volvería a hacerlo.


–¿Qué pasa con tu sesión de fotos publicitarias?


–Necesito que ambos estén allí. No me ayudaría en nada que mi milésima pareja rompiera relaciones antes de la presentación. ¡Hasta podrían quitarme el premio!


Paula podría haber jurado que los ojos de Alicia chispearon de astucia. Una chispa que sólo duró un instante. La joven dejó escapar un suspiro.


–No puedo llamarlo, Ali. Todo ha terminado.


–Comprendo, querida. No te preocupes, ya se me ocurrirá algo.


Sal se reclinó en la silla con los ojos cerrados y una leve sonrisa.


–Eso es lo que me asusta –murmuró Paula al tiempo que se preguntaba qué pasaría por la mente de Alicia en ese momento.


La última vez que había visto esa expresión fue la noche de la primera cita con Pedro y los otros pretendientes. ¡Y mira dónde la había llevado! Como respuesta, Alicia se limitó a sonreír.



Pedrp aún no podía creer que hubiera aceptado asistir a la ceremonia. De acuerdo, siempre había sentido debilidad por Alicia. ¿Pero por qué tenía que habérselo pedido en un momento como ése en que la herida todavía estaba abierta? La imagen de Paula en brazos de Diego Rockwell todavía le quemaba el cerebro. Cada vez que cerraba los ojos aparecía la misma escena y volvía a partirle el corazón. ¡Maldición! ¿Por qué no podía quitársela de la cabeza? Antes había amado y abandonado a algunas mujeres sin mayor aflicción. Corrección, antes no había amado. Ninguna mujer había logrado enamorarlo y Paula lo había hecho, aparentemente sin esforzarse demasiado. Y por el camino se había convertido en un estúpido. Nunca se había sentido tan tonto como cuando el día anterior la siguió hasta el vestíbulo sólo para verla en brazos de su ex. ¿Lo había engañado todo el tiempo? ¿Todavía estaba enamorada de Steve y a él lo había utilizado? No podía haberlo utilizado sólo por sexo. En su mundo eran los hombres quienes se relacionaban con las mujeres sólo por sexo. La mayoría de sus amigos diría cualquier cosa para llevarse a una mujer a la cama. Afortunadamente, aunque nadie le creyera, él nunca había actuado así. Siempre había deseado que sus relaciones con las mujeres hubiesen sido más profundas. Pero nunca había sucedido. Hasta hacía unos pocos meses. Pero eso había acabado. ¿Verdad? Si era honesto consigo mismo, tendría que admitir que su presencia en la ceremonia de esa noche no se debía sólo al deseo de hacer algo bueno por Alicia. Secretamente albergaba la esperanza de ver a Paula y de alguna manera arreglar las cosas entre ellos. «¿Nadie te ha dicho que no es saludable engañarse a sí mismo?» De todos modos había ido, a pesar de la voz de la razón. Bueno, por último esa noche podría cerrar el episodio con ella y luego continuar con su vida. De alguna manera ese pensamiento le dejó un sabor amargo en la boca. Sin embargo, tragó saliva, dibujó en su rostro una brillante sonrisa y bajó del coche. La visión de Paula subiendo la escalinata del Teatro de la Ópera lo impactó con dureza. Iba envuelta en un traje de noche de seda que realzaba las curvas tentadoras de su cuerpo y caía hasta los tobillos. Se había rizado el pelo y parecía una diosa dorada abriéndose paso entre la gente. Nunca la había deseado con tanta vehemencia como en ese momento. La amaba y deseaba gritarlo a los cuatro vientos. En cambio, se quedó inmóvil con la boca abierta, como el tonto que era. 

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