jueves, 14 de septiembre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 9

Hacía un día precioso y no era raro que Pedro se tomara unos días libres para relajarse y disfrutar el jardín de la casa de campo antes de volver a Australia. Entretanto, ella debía volver a sus quehaceres, a una de sus tareas preferidas y también de Nicolás: Pelar guisantes a la sombra de los árboles. Cruzó la casa, entró en la cocina, agarró el lava verduras y una cesta con guisantes que había comprado en el mercado del pueblo, salió y lo llevó todo a la mesa del patio… Y se paró bruscamente. Pedro estaba en una tumbona con una taza de café, ya frío, y una galleta de las de Nicolás en una bandeja encima de una mesa baja a su lado. Profundamente dormido. Con sigilo, Paula se apoyó en el borde de la mesa de madera y le miró. Le miró a conciencia. Los rayos de sol, filtrándose entre las ramas de los árboles, le iluminaban la piel en un mosaico de luces y sombras. Los fuertes rasgos de su rostro eran un mapa de los lugares frecuentados por los ricos y poderosos en su camino hacia más riqueza y poder. Lugares en los que almas sensibles, como ella, se quemarían en el intenso calor de su fuego y ambiciosa pasión. Y por lo que podía ver, Pedro Alfonso estaba ligeramente quemado o, peor aún, agotado de luchar contra esas llamas. Él tenía cejas oscuras, espesas y separadas, diseñadas por la naturaleza para hacerle parecer fiero e intenso, incluso cuando estaba dormido. El oscuro cabello estaba bien cortado, el corte era formal, típico de un hombre de negocios, aunque algo más largo de lo normal. Tenía una nariz prominente y salpicada de pecas. Una barba incipiente le oscurecía la parte entre la nariz y el labio superior, la barbilla y las mejillas, confiriéndole dureza a su mandíbula, haciéndole parecer más un torero que un hombre de negocios. El labio inferior era fino en comparación con el voluptuoso labio superior que a los fotógrafos les encantaba captar durante prestigiosas cenas o funciones públicas.


Paula no pudo evitar un pequeño suspiro. ¡Cómo envidiaba el estilo de vida de Pedro! Había disfrutado mucho la vida durante su periodo errante, viajando con sus padres de ciudad en ciudad para participar en conciertos de jazz y de música clásica. Había perdido la cuenta de la cantidad de bodas, bautizos y festivales en los que el trío Bailey había participado. Aquella vida distaba mucho de la que llevaba en la casa de campo. Ahí, podía dar a Nicolás la estabilidad que el niño necesitaba. «Sí, eres un hombre afortunado, Pedro Alfonso». En ese momento, él hizo una mueca con la boca y a ella le sorprendió lo mucho que se parecía a un gesto que hacía Dan a veces cuando dormía. Paula sonrió. Desde luego, no se parecía mucho a la imagen intimidante del ambicioso dueño de Alfonso Tech que Nora recortaba de las revistas de negocios. ¡Así que ése era el famoso hijastro de Nora! Él había reaccionado de un modo muy extraño al enterarse de que Nora no iba a llegar hasta el lunes como pronto. Por lo que le había dicho, su relación con él era bastante distante y siempre había sido así. No obstante, a Pedro había parecido preocuparle el retraso. ¿Qué era lo que quería de su amiga y jefa que no podía pedirle por teléfono o por correo electrónico? ¿Cuál era el verdadero propósito de su visita? Fuera la que fuese la razón, aquella versión en vivo de Pedro Alfonso parecía necesitar una buena comida y un buen descanso en una cama blanda. De momento, una siesta en una tumbona en el jardín no era un mal comienzo. Lo que significaba que tenía que evitar que los perros volvieran a echársele encima. Y también encargarse de Nicolás, que iba a llegar en cualquier momento. Giró sobre sus talones, agarró la cesta con los guisantes con el mayor sigilo posible, y casi se le cayó al oír el teléfono móvil de Pedro. Él se movió, suspiró sonoramente, se sentó en la tumbona, agarró el teléfono rápidamente y contestó casi sin tener tiempo a abrir los ojos. Daba la impresión de ser un hombre viviendo al filo de la navaja y, de repente, la envidia que había sentido por él se transformó en compasión. 

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