martes, 19 de septiembre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 14

El leve dolor de cabeza que había estado molestándole los últimos días pareció desvanecerse mientras escuchaba, y sintió cómo se le relajaban los músculos de los hombros. De repente, dejó de contentarse con quedarse ahí dentro, quería ver y sentir el calor del sol. Quería sumergirse en aquel lugar que tan bien había conocido en la infancia antes de volver a la ciudad y al lujo de la sala de conferencias de un hotel de cinco estrellas. Se vestiría más tarde. Se conectaría a Internet más tarde. En una hora. Al cabo de unos minutos había bajado la escalera de peldaños de piedra, había abierto la puerta de la casa de par en par, había salido al patio con los pies descalzos, había dado la vuelta a la esquina de la casa y el sol le bañaba el cuerpo. Trató de asimilar la intensidad de los colores que veía. Y no lo consiguió. El espliego, mezclado con otras plantas, flanqueaba los senderos del jardín. Unos rosales trepadores cubrían los muros de piedra. Dominando el jardín estaba el viejo plátano que había sido plantado cuando se construyó la casa, sus grandes y planas hojas daban sombra durante todo el verano al patio que daba a la cocina. Sólo se oía el canto de los pájaros, el correr del agua del río y el zumbido de las abejas entre las flores. Le pareció que era el único ser humano en kilómetros a la redonda. ¿Acaso había imaginado la voz que cantaba? La cálida brisa estaba cargada con la fragancia de las flores y las hierbas aromáticas. Docenas de rosas blancas, mezcladas con flores de jazmín, trepaban por la pared de la casa. Rosa y jazmín. Maravilloso. Mágico. A su madre le habría encantado.


De repente, Pedro se estremeció. Ana Alfonso era la única madre que había conocido. El hecho de que quizá no hubiera sido su madre biológica no significaba que no hubieran mantenido una relación estrecha. También estaba orgulloso de ella y de todo lo que representaba. Al mirar a su alrededor, no pudo evitar pensar en algo en lo que no había querido pensar: Su padre no era su padre. Respiró hondo y se llenó los pulmones de la fragancia del aire. Seguía enfadado con su padre porque éste se había negado a hablar con él del asunto de su paternidad. No comprendía por qué su padre no quería contarle la verdad. No era lógico. Ambos eran adultos y todo había ocurrido treinta años atrás. ¡Lo menos que podía haber hecho era decirle si tenía otro padre o si era hijo adoptivo! No le habría echado en cara a su madre que hubiera tenido una relación con otro hombre antes de casarse con Horacio Alfonso seis años antes de que él naciera. Todo el mundo cometía errores en la vida. 

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