martes, 19 de septiembre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 16

Otro motivo para volver a su mundo lo antes posible. No le cabía la menor duda. Aquel lugar le estaba perturbando, a pesar de que le gustaba lo que veía. Ella iba y venía de una mesa de pino alargada al mostrador de granito de una cocina de aspecto muy moderno. Paula Chaves no sólo era bonita, sino también natural y absolutamente encantadora. E irresistible. A su pesar, deseó saber más de esa mujer, no sólo que era madre y ama de llaves. Lo que le inquietó aún más.  Debería preguntarle  si había vuelto a tener noticias de Nora. Debía mantener la relación formal y marcharse pronto. Entonces se dió cuenta de que sólo llevaba los calzoncillos y una camiseta, que no se había afeitado ni duchado. Era el momento de retirarse a su habitación y arreglarse. Demasiado tarde. Justo en el momento en que se daba la vuelta, Simba salió del bosque y se encaminó hacia el patio; pero al verle, se detuvo, levantó las orejas y se lanzó a la carrera hacia él moviendo la cola y ladrando. Pedro lanzó una maldición mientras el perro se le echaba encima, pero esta vez no se cayó ya que pudo sentarse en el borde de la mesa del patio. Al momento, oyó un silbido y, al levantar la cabeza, vió a Paula que salía por la puerta de la cocina con una cuchara de madera en la mano. Simba dió un salto y se lanzó a su cuenco con comida, dejándole con su dignidad y vestimenta en entredicho.


–Buenos días, Paula –fue lo único que pudo decir.


Ella se preguntó cuánto tiempo había estado observándola… Y enrojeció instantáneamente. Pero podía haber sido peor. ¡Algunos días sólo llevaba puesta una camiseta! Le encantaba la música y disfrutaba de esos momentos por la mañana que tenía para sí misma, antes de que Dan se despertara. Todas las mañanas, durante una hora aproximadamente, se entregaba a su gran pasión: La música. Y a Nicolás no le despertaban ni el sonido del piano ni su canto. Disimulando la vergüenza, tragó saliva, alzó la barbilla y sonrió educadamente.


–Buenos días. Espero que hayas dormido bien. Hace una mañana preciosa.


Olía a tierra, a flores y… Al sudor de un hombre, cuando se acercó lo suficiente para estrecharle la mano, aunque en una mano tenía una cuchara de madera y en la otra el cuenco con la masa. A los ojos castaños de él, bajo oscuras cejas, asomó un brillo de humor al verla cambiar de idea y hacer un gesto con la cuchara. Incluso en unos calzoncillos que dejaban ver unas fuertes piernas, Pedro no podía disimular ser el sofisticado multimillonario y hombre de negocios que era. Y también era alto. Al menos, treinta centímetros más que ella. Pero también tenía el aire de un hombre acostumbrado a dar órdenes esperando que se cumplieran. 

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