martes, 12 de septiembre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 8

Al ver la expresión de su rostro, Paula dijo: 


–Lo adiviné –entonces, señaló la pared a espaldas de él–, por el papel de la pared.


Paula sonrió traviesamente y pareció apiadarse de la confusión que adivinaba en él.


–Tranquilo, no soy adivina. Cuando los pintores quitaron los papeles de las paredes, descubrieron algunos muy interesantes. Es normal que los adolescentes empapelen las paredes con pósters de sus grupos de música preferidos. ¿Me equivoco?


Pedro sintió un súbito calor subirle por el rostro. La miró y ella le miró. Y ambos estallaron en carcajadas.


–Mis padres eran músicos y yo nací justo encima de un club de jazz en Londres –le confesó Paula cuando pararon de reír–. ¿Te imaginas el ruido? Pero la verdad es que me encantaba vivir allí.


Paula pareció rememorar unos momentos. Después, se encogió de hombros y añadió:


–Bueno, voy a dejarte para que te instales. Si necesitas algo, me encontrarás donde se encuentran el café y las galletas.


Pedro asintió.


–Estupendo. Ah, una cosa, ¿A qué hora va a venir Nora? Tengo que verla en cuanto llegue.


Paula enarcó las cejas e hizo una mueca de sorpresa.


–¿Nora? Nora no va a venir hoy. ¿Es que no te lo ha dicho?


Pedro frunció el ceño.


–No lo comprendo. Hace unas semanas, me envió un mensaje electrónico para asegurarse de que yo no había cambiado de planes. ¿Ha pasado algo?


–El tiempo en Nepal. La estación de lluvias se ha anticipado y les está costando mucho volver del campamento base en el Everest. Ya han perdido un vuelo. Nora va a tardar unos días en estar aquí.


Entonces, Paula se encogió de hombros y añadió:


–Hasta entonces, me temo que vas a tener que apañártelas conmigo. 



Paula se asomó a la ventana de la cocina para ver si Pedro se había despertado ya de la siesta y estaba allí. Quería que quitara el coche de donde lo había dejado, delante de la casa, para que la profesora de Nicolás pudiera pasar con el suyo. En el jardín, todo estaba silencioso y tranquilo. Era una tarde de verano completamente normal. Extraño. Por lo que Nora le había contado, Pedro Alfonso llevaba una vida muy ajetreada. Corría de un sitio a otro, pasaba de un proyecto a otro o de firmar un contrato comercial a otro con el fin de implantar sistemas de comunicación modernos a una empresa o incluso a una ciudad. A lo que había que sumar su trabajo en obras benéficas. A pesar de las muchas fotografías que había visto de él encima del piano, algo que resultaba raro. En ninguna foto aparecía Pedro con su padre ni con Nora. No había una sola foto de familia. Pedro ni siquiera aparecía en la foto de la boda de su padre con Nora; por aquel entonces, debía de estar en la adolescencia. Ella, por el contrario, tenía álbumes de fotos de familia, montones de ellas con sus padres y Nicolás. La familia de Cristian siempre había preferido las fotos de estudio, profesionales, y ella se alegraba de poder enseñar a su hijo fotos de su padre. Pero se conformaba con fotos tomadas en el momento con una cámara sin pretensiones. En cuanto a las fotos de Pedro… Nora no había sido la única entusiasmada con que él hubiera aceptado la invitación al cumpleaños. Se mordió el labio inferior. Casi no había dado crédito a sus ojos al ver el coche en el sendero. ¿Cómo podía un hombre estar tan guapo sentado en la cuneta del camino jugando con Simba y Bobby? No obstante, seguía extrañándole que hubiera ido. Por lo que Nora le había contado, Pedro había hecho todo lo posible por evitar ir allí, ni siquiera de vacaciones. Quizá Nora estuviera en lo cierto y Sebastien tuviera sus propios motivos para estar en aquella región de Francia. Paula sacudió la cabeza y sonrió. ¡Qué manía tenía con especular! 

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