martes, 19 de septiembre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 15

Y ella había sido una madre maravillosa. ¿Y si era hijo adoptivo? ¿Le estaba buscando alguna familia? No la necesitaba, pero era algo a tener en cuenta. A menos, por supuesto, que su padre no quisiera que se enterara de algo respecto a sus padres biológicos. ¿Algo que pudiera perjudicarle personal o profesionalmente? Era posible, pero mayor motivo para descubrir la verdad. ¿Se habría debido a su padre biológico la precipitada marcha de la familia a Australia? Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas. Cerró los ojos y trató de calmarse. No había ido allí a eso. Aquello era el pasado. Cuando regresara a Sídney, le obligaría a su padre a decirle la verdad. En un intento por tranquilizarse, salió de la sombra y dejó que la luz del sol le calentara y la suave brisa le acariciara. Con los ojos cerrados, disfrutó el momento. Sereno. Tranquilo. Cálido. Podría quedarse así toda la vida. Con los brazos extendidos. Al instante, viajó mentalmente al pasado, a su vida de niño en ese jardín. Los recuerdos le inundaron. Cosas en las que no pensaba en años. Recuerdos de caricias y palabras consoladoras de gente expresando lo mucho que lo sentían y lo mucho que iban a echarla de menos. Su abuela vestida de negro. Amigos, vecinos y compañeros del colegio. Su madre había fallecido en su mes preferido. Y eso lo hacía aún más triste. Le habría gustado aquel jardín. Un ruido a su derecha, cerca de la cocina, le sacó de su ensimismamiento. Después, oyó el canto de aquella mujer otra vez. Despacio, Pedro abrió los ojos, bajó los brazos como si fuera un adolescente sorprendido con los dedos en la miel, y miró entorno suyo para cerciorarse de que nadie le había descubierto en estado tan vulnerable. Le ardió el rostro al pensar que, probablemente, Paula Chaves y su hijo ya estaban despiertos y viéndole a través de las cortinas del dormitorio. La noche anterior, apenas había pasado una hora en compañía de Paula y Nicolás ya que se había retirado a su habitación a trabajar y ella había subido a su cuarto en una bandeja una deliciosa cena.  En fin, había llegado el momento de descubrir la fuente de aquel canto. Y también de comer algo antes de hacer el equipaje y volver a la civilización… Y alejarse de los inquietantes recuerdos.


Siguiendo la dulce voz, Pedro rodeó descalzo el patio. Paul Chaves estaba en la cocina, delante de la puerta exterior que daba al patio, batiendo algo en un cuenco de cerámica. Bailaba y movía la cabeza de un lado a otro. Llevaba puestos unos auriculares conectados a un cable que desaparecía en el interior de su pijama color rosa. El sol le daba en un lado de la cara, haciendo resaltar las mechas cobrizas y doradas de la castaña melena que le caía por los hombros. Se la veía extasiada y tan inocente como una niña. Fue un momento y una imagen que no olvidaría en la vida. Ninguna fotografía podría haberle hecho justicia. El olor a flores temprano por la mañana, el aroma de los pinos, el sonido de los pájaros… Y una bonita morena bailando en la cocina de una casa de campo. Todo junto constituía un momento mágico. Sintió un calor familiar en el cuerpo mientras se preguntaba cómo una mujer adulta con un niño podía parecer tan sensual y deseable en pijama con conejos de color rosa estampados. No se parecía en nada a las mujeres que a él le gustaban; sin embargo, era la mujer perfecta para esa casa y ese jardín. Envidiaba la tranquilidad y la paz de vivir en una casa de campo como ésa. Desde luego, no era Sídney, no podía serlo. Su piso se encontraba a dos pasos de una zona de restaurantes y clubes de primera, pero, de tranquilidad, nada. 

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