jueves, 21 de septiembre de 2023

Eres Para Mí: Capítulo 18

 –Pero antes tiene que prometer que no la va a romper – respondió ella en tono irónico.


–Lo prometo –respondió Pedro fingiendo seriedad.


Entonces, Nicolás le miró, asintió y le pasó el ratón. Hacía mucho tiempo que Pedro no veía un equipo electrónico tan decrépito. De hecho, cualquier teléfono móvil tenía una mejor conexión. Justo en el momento en que Paula se acercaba a la mesa con los huevos revueltos, él echó la silla hacia atrás y se levantó.


–Ahora mismo vuelvo. Por favor, empiecen sin mí. 


Le llevó unos minutos ir a su habitación, volver a la cocina con su portátil y reenviarse el mensaje a sí mismo con el fin de que Nicolás pudiera ver las fotos en la pantalla del portátil.


–Ahora ya puedes ver las fotos, Nicolás.


–¿Dónde está el ratón?


–En el mismo ordenador. Aquí, aprieta aquí. Y esto que sobresale por este lado significa que puedo conectarme a Internet desde cualquier parte del mundo.


Nicolás abrió los ojos desmesuradamente, lanzó un grito y dio unas palmadas al ver la colorida foto de una mujer sonriendo, a sus espaldas se veían montañas nevadas.


–¡Mira, mamá, la tía Nora!


Ella se tomó unos segundos para servirle a Pedro el desayuno en el plato; después, dejó la sartén y lanzó una ojeada al monitor.


–Sí, ya la veo. Y qué sombrero tan bonito lleva. Gracias, Pedro. Y, por favor, lee el mensaje si quieres, no es privado.


Nicolás asintió varias veces mientras masticaba y farfullaba gracias con la boca llena.


–De nada –respondió Pedro sonriendo. Después, su sonrisa se desvaneció–. Vaya, Nora no va a volver a París hasta el lunes por la tarde y no va a venir aquí hasta el martes por la tarde también.


Entonces, Pedro miró a Paula y añadió:


–Lo siento, pero dadas las circunstancias, no tiene sentido que permanezca aquí. Iré a Montpellier hoy mismo, por la mañana.


Nicolás agrandó los ojos.


–¿Que tienes que marcharte? ¿Tan pronto?


Ella besó a su hijo en la cabeza y le puso las manos en los hombros, su sonrisa también se había desvanecido.


–¿No te acuerdas de lo que dijo la tía Nora? Pedro vive en Australia, que está muy lejos de aquí, y tiene mucho trabajo. Vamos, ve a ver si Simba está bien y prepáralo todo para ir al colegio. ¿De acuerdo?


Nicolás asintió repetidamente mientras se bajaba de la silla. Después, le puso una mano a Pedro en el brazo. 


–¿Puedo mandarte algún mensaje con el ordenador? Por favor, ¿Puedo?


–Claro –replicó Pedro mientras comía–. Es decir, si a tu madre le parece bien.


Ella se sentó en frente de él y, tan pronto como Nicolás desapareció de la cocina, lanzó un suspiro y sirvió dos tazas de fragante café.


–Perdona –dijo ella en voz baja–. A Nico le encanta todo lo que tenga que ver con ordenadores y tecnología.


Entonces, alzó la cabeza, le miró a los ojos y añadió:


–Siento mucho que tengas que marcharte tan pronto. Sé que Nora sentirá mucho no haberte visto, estaba deseándolo.


Pedro bebió un sorbo del delicioso café, saboreándolo. 

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