–PSN Media ha presentado una oferta mejor, pero siguen queriendo reducir plantilla. No sé hasta qué punto vamos a poder seguir presionándoles al respecto –explicó Fernando, exasperado, por el teléfono móvil.
Pedro Alfonso tamborileó los dedos de ambas manos en el asiento de cuero del coche deportivo italiano mientras trataba de mantener la calma. Tenía los ojos fijos en las hileras de parras que se extendían desde el lugar de la carretera donde había parado el coche hasta perderse en unas verdes colinas en medio del Languedoc. Había pasado la noche entera y parte del jueves trabajando con Fernando y un equipo de negociadores de PSN Media en una sala de conferencias en Montpellier con el fin de salvar los cientos de puestos de trabajo que constituían Alfonso Tech en Australia. Y PSN Media seguía negándose a tomarle en serio. Cierto que era la empresa de comunicaciones más importante del mundo en su campo, pero Alfonso Tech era su empresa, una empresa que había creado de la nada. Conocía a sus empleados personalmente y muchos llevaban en la empresa desde sus comienzos. Su equipo había convertido Alfonso Tech en una de las empresas de sistemas de comunicación más importantes de Australia, y no iba a dejarlos en la estacada por un puñado de dólares. Sus empleados le habían sido fieles y él les debía esa misma fidelidad. Era una pena que PSN Media no lo viera así. Y a menos que cambiaran de actitud, él no firmaría el trato el lunes. El director ejecutivo de PSN tendría que marcharse de Montpellier en su yate con las manos vacías.
–Fernando, sé que has trabajado mucho en esto, pero hemos dejado nuestra posición muy clara: O PSN Media garantiza no reducir plantilla y mantener los contratos de trabajo tal y como están, o yo abandono. Punto.
El director financiero de la empresa suspiró.
–Podría costarte mucho dinero, amigo mío.
Pedro también lanzó un suspiro. En PSN Media pensaban que todo individuo tenía un precio y que podían pagarlo. Pero se equivocaban, Pedro Alfonso no iba a dejarse comprar y se lo iba a demostrar. Sabía que Fernando sólo estaba cumpliendo con su trabajo, como segundo de abordo. Había trabajado las mismas horas que él durante las dos últimas semanas. Los dos necesitaban un descanso.
–Hace unas horas les dijimos a los de PSN Media que tenían el fin de semana para preparar la propuesta final. Lo siento, Fernando, pero no ha cambiado nada desde que salí de viaje a Languedoc. Es así de sencillo.
–Tan cabezota como siempre –respondió Fernando con un bufido–. Deja que les llame. Después, creo que los dos nos merecemos descansar.
–La mejor idea que he oído en todo el día –declaró Fernando en tono ligero–. Tómate el resto del día libre y ya hablaremos mañana.
–De acuerdo, no se hable más. Quizá vaya a ver a esos flamencos silvestres de los que me hablaste. Ah, y saluda a Nora de mi parte. Ha debido de alegrarse mucho de que estuvieras en Francia y que pudieras ir a su cumpleaños. Bueno, hasta mañana.
Finalizada la llamada, Pedro guardó el teléfono sintiéndose excitado y frustrado al mismo tiempo. En cuestión de seis meses, el sistema de comunicaciones diseñado por su equipo y él en un garaje de Sídney podría llegar a ser utilizado en todo el mundo. Estaba muy cerca de alcanzar su sueño. Y podría conseguirlo solo. Sin embargo, unirse a PSN Media era la forma mejor y más rápida de vender su tecnología. Después de diez años de duro trabajo, estaba a un paso de lograr el éxito. Por supuesto, había pagado un alto precio por su dedicación al trabajo: Relaciones sentimentales fallidas y falta de atención con su familia, en Sídney. Pero había valido la pena. En cuestión de días, Alfonso Tech podría formar parte de una multinacional y ocupar un asiento en la junta directiva, con nuevas responsabilidades y un futuro brillante en la esfera laboral. Trabajaría en Sídney, en las oficinas de su empresa. Y dispondría del tiempo y el dinero necesarios para trabajar en proyectos especiales. El dinero de la venta de Alfonso Tech le proporcionaría los medios técnicos y financieros para financiar Ana Alfonso Foundation. Los esquemas piloto por toda Oceanía ya habían demostrado que el acceso a la tecnología moderna y a los sistemas de comunicación contribuía a una mejora en la calidad de vida de las gentes en las zonas más remotas del planeta. A su madre, Ana, le habría encantado la idea. Estaba deseando volver a Sídney para ponerse a trabajar.
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