–Tienes razón. Y lo has dejado muy claro y te aseguro que no volveré a utilizar ese tono de voz contigo –Pedro esbozó una forzada sonrisa–. Por favor, acepta mis más sinceras disculpas.
Paula le devolvió la sonrisa.
–De acuerdo, aceptaré tus disculpas, pero sólo si me dices por qué te resulta tan difícil creer que la casa había estado vacía. Lo estaba, te lo aseguro. Sé que lo estaba porque tuve que limpiarla yo.
Pedro se dió cuenta de que Paula estaba diciendo la verdad y de que él era el mayor idiota del mundo. Había creído a su padre. De repente, se sintió muy cansado de tanta mentira. Ella merecía una explicación. No, se merecía más que eso, se merecía la verdad.
–Te contaré lo que yo sé. Sé que, hace unos años, le ofrecí a mi padre una gran cantidad de dinero por esta casa; en ese momento, mi padre necesitaba dinero por su divorcio y para poder jubilarse. Sin embargo, mi padre se negó a venderme la casa rotundamente, a ningún precio. Le pregunté por qué y él me respondió que había un inquilino y que no tenía intención de dejarle en la calle.
La cólera le hizo enrojecer. Respiró hondo para calmarse y continuó:
–Como comprenderás, me sorprendió que Nicole se quedara con la casa como parte del acuerdo de divorcio, y eso ocurrió sólo unas semanas después de que yo le ofreciera a mi padre comprarla. Y sí, me sentó muy mal.
–¿Por qué no le llamas y le preguntas por qué lo hizo?
¿Que le preguntara? ¿Qué? ¿Que le preguntara por qué había mentido respecto a quiénes eran sus verdaderos padres? ¿O que le preguntara por qué se había casado con la primera francesa que había conocido en Sídney y esperaba que, al instante, él la tratara como si fuera su madre? Y ahora, aquello. No, de ninguna manera. Iba a averiguarlo todo él mismo.
–En otro momento. Ahora, lo que me interesa es recoger toda la información que pueda respecto a la historia de mi familia antes de marcharme hoy de aquí.
–En ese caso, será mejor que empecemos con estas fotos de la boda de tus padres.
Ella le dió un álbum de fotos de cuero.
–Tu madre está guapísima en las fotos. Es evidente que se sentía feliz de estar embarazada.
Dos horas más tarde, Pedro estaba paseándose por su habitación. No se había marchado. No podía. Estaba demasiado excitado. Lo bueno era que había conseguido respuestas a dos preguntas. Ahora sabía que no había sido adoptado. No cabía duda de que su madre ya estaba embarazada al casarse con su padre. Podía verse claramente en las fotografías que Paula habíaencontrado en el ático. Siempre había considerado la posibilidad de que su madre hubiera tenido una relación amorosa antes de casarse, y eso no cambiaba el cariño que aún sentía por su recuerdo. Lo que dejaba aún un interrogante. ¿Quién era su padre? Ahora, disponía de una posible respuesta. Andrés Pedro Morel. Andrés Morel había sido el prometido de su madre. En la mano izquierda tenía el desvaído recorte de un periódico de Montpellier que había sacado de una de las cajas de cosas de la familia en el ático. La fotografía del cuarto de estar la habían sacado durante la fiesta en la que se había celebrado el compromiso matrimonial de su madre con Andrés Pedro Morel catorce meses antes de casarse con Horacio Alfonso.
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