jueves, 1 de junio de 2023

Heridas Del Pasado: Capítulo 45

 –O mejor dicho, por lo que esto era antes. Mi padre podría haber salido. Podría haber saltado por la ventana por la que me empujó a mí. Recuerdo el momento en el que me miró y tomó la decisión de volver a por mi madre. Recuerdo las lágrimas que vi en sus ojos, lo desesperado que estaba por quedarse conmigo y a la vez salvarla a ella. Lo ví allí en la ventana, las palabras de amor que me envió quedaron acalladas por el ruido de las llamas que estaban asolando nuestra casa.


«¡Lo siento!», le había gritado su padre. Aquellas palabras apenas llegaron a Pedro, que miraba hacia arriba con miedo y dolor.


–¿Tú sabes lo que es sentirte responsable de la muerte de tus padres? ¿Desear que tu padre hubiera elegido quedarse contigo en lugar de intentar salvar a tu madre? ¿Puedes imaginarte la culpa?


La voz de Pedro se quebró entonces. Nunca había admitido aquello ante nadie. Nunca lo había dicho en voz alta. El silencio que los rodeaba vibraba con emoción. El calor que sintió fue la primera señal de que Paula se le había acercado.


–El incendio no fue culpa tuya, Pedro –le dijo con voz rota, como si le doliera tanto como a él–. Su pérdida no fue culpa tuya.


–¿De verdad lo crees? ¿Piensas que no soy la bestia que he demostrado ser esta noche al dejarte sola en el restaurante… adrede? –le espetó, odiando que su miedo y su dolor lo llevaran a ser tan cruel como Paula le había acusado de ser.


Pero no podía parar. Porque apartarla de su lado era más fácil, para ella y para él.


–No lo hagas…


–¿Hacer qué? ¿Retirar el velo de la fantasía que habías tejido a nuestro alrededor? ¿La misma fantasía que tejiste sobre Tersi y tú? El hombre que creías que amabas el día que nos conocimos.


Paula retrocedió como si la hubieran abofeteado, y palideció todavía más.


–No sé a qué te refieres…


–Sí, claro que lo sabes. Buscas gente en tu vida con la que es imposible establecer una relación porque eso es más fácil para tí que enfrentarte a la realidad de que no todo puede ser un cuento de hadas, no todo el mundo puede ser tan perfecto como tú esperas. Ni tu padre, ni tu hermano, y desde luego, ni yo. 


Pedro se creyó a medias aquellas palabras al pronunciarlas, quería que fueran verdad. Porque así el dolor que le estaba causando a Paula y se estaba causando a sí mismo sería menos.


–¿Y por qué pasa eso, Paula? Una vez me dijiste que querías saber quién es Paula Alfonso, pero lo cierto es que, ya sea como esposa, como madre, hermana o hija, al parecer tú no sabes quién eres. Y sin eso, todos interpretaremos un papel en tus fantasías. Nos pides amor, pero ¿Cómo vamos a dártelo si ni siquiera te conoces?


Paula dejó que la acusación calara en ella. La horrible sensación de que pudiera tener razón le impidió pensar durante unos instantes. De pronto fue como si algo en su interior se hubiera colocado. Como si Pedro le hubiera colocado delante un espejo a una persona que conocía vagamente pero apenas reconocía. Porque él tenía razón. Era más fácil interpretar un papel en aquellas relaciones fantasiosas. Porque entonces cualquier rechazo que experimentara no estaría dirigido a ella, sino al papel que se había asignado a sí misma, un papel que podía dejar atrás. ¿De verdad había hecho eso? Todos aquellos años… Reconocía la verdad en lo referente a lo que habían sido sus sentimientos hacia Theo. Pero daba igual lo que dijera, ella sabía que lo amaba. Podía ver cómo estaba rebuscando para intentar encontrar algo que la alejara, que lo protegiera de lo que sentía por ella. Y si se iba a arrancar algunos jirones del corazón para revelar algo de su verdad interior, entonces ella haría lo mismo. Si aquella era la última vez que iba a poder hablar con él con sinceridad, que así fuera.


–Oh, es muy justo por tu parte acusarme de no conocerme, de esconderme en papeles, pero ¿qué hay de tí, Pedro? ¿De qué te escondes cada vez que sales de mi cama?


 –Debo hacerlo. Tengo pesadillas, y son…


–Son solo sueños, Pedro.


–¡No, no lo son! Son reales, son mis recuerdos. Cada noche veo a mi padre, a mi madre y a mi casa ardiendo. A veces estás tú ahí. Tú y nuestro hijo. Y no puedo…


A Paula se le rompió el corazón al sentir su dolor.


–¿Por qué no me lo contaste? Podríamos habernos enfrentado juntos a ello. Pero te lo guardaste para tí.


 –Yo no soy como tú. Tú tienes a tu hermano y a tu familia. Yo llevo solo muchos años. Claro que no te lo dije. Yo no le cuento nada a nadie.


–Pero yo soy tu mujer –gritó ella sin poder evitarlo–. Un papel más real que ningún otro. Y por mucho que intentes luchar contra ello, negarlo o convertirlo en una fantasía, yo te amo. Es abrumador, increíble y maravilloso, y no me permitirás compartirlo contigo, lo que resulta increíblemente triste.


Aquellas palabras resonaron por todo el cuerpo de Maria. Incluso en aquel momento, deseaba más que nada en el mundo que cambiara de opinión.


–Pero tú no vas a permitir que a ti te pase –continuó–. Lo que haces es ocultar tu dolor, atesorándolo como si fuera una joya preciosa, como si fuera lo único que tus padres te dejaron. Ignorando el hecho de que te dieron los bloques de construcción para convertirte en el hombre increíble que podrías ser si quisieras.


Paula sintió que sus palabras le hicieron estremecerse porque derribaban las mentiras que había construido alrededor de su corazón para protegerse.


–Cuando te dije que estaba embarazada, tú me preguntaste qué quería hacer. Ahora te lo pregunto yo. ¿Qué es lo quieres?


–¡No lo sé! –el grito salió de su boca y se estrelló contra Paula de la manera más dolorosa.


Porque quería concederle el beneficio de la duda, deseaba desesperadamente ayudarlo a encontrar su camino hacia la verdad. Pero no podía.


–Eso no basta.


–Al principio sí bastaba. Te dije que estaría allí para el niño. Te dije que podrías tener todas las cosas materiales que quisieras. Y te dije que no podría darte nada más. Estás cambiando los términos de nuestro acuerdo.


–Sí –afirmó Paula desafiante–. Lo estoy haciendo porque me has demostrado que eres capaz de más de lo que parece. Y me has hecho anhelar a esa persona, querer más. 

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