martes, 27 de junio de 2023

Tentación: Capítulo 24

 –No, pero mis sueños son inalcanzables.


–Puede que no lo sean tanto.


Paula apretó la copa de vino, pensando que para él era fácil de decir. Pero ¿Qué habría dicho si hubiera sabido que tenía miedo de que sus ambiciones se agostaran bajo el intenso sol de California?


–Primero tengo que ganar algo de dinero. Y luego, ya veremos –declaró–. Mis ahorros no darán para mucho.


–Es una actitud bastante sensata.


Pedro volvió a sonreír, y Paula se preguntó si se estaría riendo de ella. Pero dejó sus preocupaciones a un lado y se sentó a la mesa, decidida a disfrutar de la comida. Empezaron con una sopa de marisco y, a continuación, les sirvieron un plato de pescado en salsa. A ella le supo a gloria, y demostró un apetito tan entusiasta que, cuando ya había terminado el postre, él la miró con humor y dijo:


–Me encanta estar con una mujer que come bien.


–Es que tenía hambre.


–Ya me he fijado. Pero no te pongas a la defensiva, por favor. Lo digo en serio –afirmó él–. La mayoría de las mujeres comen menos que un pajarito.


–Por eso están tan delgadas.


–¿Insinúas que están mejor que tú? No digas esas cosas, Paula. Tienes un cuerpo perfecto.


La afirmación de Pedro cambió el curso de la velada. Fue como si hubiera lanzado una piedra a unas aguas tranquilas, despertando el recuerdo de lo que había pasado entre ellos; un recuerdo intenso, poderoso, erótico. Paula lo miró y pensó que estaba increíblemente atractivo con su camisa de color gris, que enfatizaba la anchura de sus hombros. Le parecía increíble que hubieran comido con toda tranquilidad cuando pocas horas antes estaban haciendo el amor en un avión. Pero, fuera como fuera, sus palabras consiguieron que recuperara la confianza en sí misma y se atreviera a hacer una pregunta de carácter personal:


–¿Volverás alguna vez a Sicilia?


Él se puso tenso.


–Lo dudo.


Paula apartó el plato. Era obvio que Pedro no quería hablar de eso, pero tenían que hablar de algo, porque su cercanía la estaba volviendo loca. No dejaba de admirar sus labios y los duros contornos de su cara.


–¿Dónde están tus padres?


–¿Por qué lo preguntas? –replicó él.


–Por nada. Es simple curiosidad –afirmó Paula–. En el pueblo no se sabe nada de ellos. Por lo visto, tu padrino no los mencionó nunca, ni cuando estaba bien. Pero supongo que estarán orgullosos de tus éxitos.


La tensión de Pedro se volvió aún más evidente.


–Mis padres no llegaron a verlo. Murieron hace mucho tiempo, tanto que todo el mundo los ha olvidado.


–Lo siento mucho. ¿Qué les pasó?


Pedro se empezó a enfadar con Paula. ¿Es que no se daba cuenta de que no quería hablar de sus padres? Con el transcurso de los años, había levantado un muro alrededor de sus emociones para que no le afectaran, y le pareció extraño que no lo comprendiera. Pero le dedicó una mirada tan cargada de compasión que su irritación desapareció al instante. ¿Sería quizá porque era siciliana y le hacía sentirse como si hubiera vuelto a su hogar? ¿Sería esa la razón de que quisiera romper una de sus normas fundamentales para abrirse a otra persona? ¿O solo se debía a que ardía en deseos de llevarla a su dormitorio y tomarla una y otra vez, hasta que no hiciera otra cosa que gemir y pronunciar su nombre con anhelo? Fuera cual fuera el motivo, no tenía intención alguna de volver a caer en la tentación. El control que tenía de sí mismo se evaporaba cuando estaba con ella, y no se lo podía permitir. 

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