martes, 29 de noviembre de 2022

Mi Vecino: Capítulo 2

Pero mi madre no perdió el tiempo, recurrió a sus amigas del colegio para encontrarme alojamiento en Londres.


—El cambio de aires te sentará bien —me dijo cuando osé protestar—. Te estás anquilosando en Maybridge; además, tu carrera profesional está estancada, ya no puedes llegar más lejos en esta sucursal. Por no hablar de David, que te trata como si le pertenecieras por derecho propio. Estar separados durante una temporada será bueno para ambos, podréis aclarar sus ideas respecto al futuro.


Yo tenía muy claras mis ideas con respecto al futuro, las tenía tan claras como el día en que había cumplido diez años, pero mi madre me echó una mirada de seria advertencia que no me permitió seguir discutiendo con ella. Una mirada que decía: «Yo sé muy bien qué es lo que te conviene». Quizá pensaba que David daría algún paso adelante en nuestra relación al sentir mi ausencia. Yo tenía casi veintitrés años y aún era virgen… Estaba desesperada por conocer los secretos del amor cuerpo a cuerpo. Aún así, me costó trabajo admitir que mi madre pudiera tener razón en cuanto a lo atrofiada que parecía mi rutinaria vida, dado que ella había vivido casi cuarenta años con el mismo hombre en la misma casa. No es que la criticara, al contrario, eso mismo era lo que deseaba hacer yo: Pasar toda la vida junto a un solo hombre formando una familia. Y David tenía la misma idea, al menos eso decía. El único problema era que él no estaba haciendo absolutamente nada para consolidar nuestra relación de pareja. Al fin y al cabo, era posible que mi escapada a Londres lo hiciera reflexionar. Fui a buscarlo y lo encontré en el garaje de su casa, como de costumbre, limpiando y ensamblando piezas en el viejo Austin de l922. Le comuniqué la noticia y contuve el aliento.


—¿A Londres? —preguntó con esa expresión tan dulce e inocente que le era tan propia y que yo adoraba. Era un hombre muy apuesto: Alto, musculoso y de cabello rubio y ensortijado. Pero nunca había tenido que disputármelo con ninguna otra chica. Él sólo había tenido ojos para mí desde la más tierna infancia—. ¿Qué demonios piensas hacer en Londres?


«¡Oh, no!», pensé yo. Había supuesto que David soltaría todasgrasa y proclamar al mundo algo como; «Tú no te vas a ninguna parte sin mí».


—Voy a escalar puestos en la central del banco —contesté yo irritada—. A darme un paseo, a cambiar de aires, a divertirme un poco —añadí intentando provocarlo.


David frunció el ceño, no porque le disgustara que yo pensara divertirme, sino por algo más grave.


—¿Te vas para siempre?


Durante un instante creí que al fin se aclararían las cosas entre nosotros. Pensé que él acababa de darse cuenta de que si no hacia algo inmediatamente yo podría desaparecer y no volver nunca más. Soñé que soltaba las herramientas, me estrechaba entre sus brazos, etc., etc.


—Sí —contesté, dando por supuesto que si realmente quería hacer carrera, jamás podría volver a una sucursal tan pequeña como la de Maybridge. Era algo que podía haber decidido hacía años, pero la rutina del pueblo me resultaba cómoda. A diferencia de mis hermanos, no corría ni una sola gota de sangre aventurera por mis venas. Sólo había tomado el avión una vez, tan aterrorizada que me había puesto enferma. Jamás repetiría semejante experiencia. Además, me gustaba vivir en casa—. Puede que haya llegado el momento de cambiar de hábitos —añadí, esperando que el hiciera cualquier cosa para disuadirme. Un lamento de pesar podría ser un buen comienzo para empezar a planear un viaje a Bali durante el cual casarnos en una playa bajo la luz de la luna.


Se retiró el flequillo con las manos llenas de grasa y un gesto adorable.


—Supongo que debo felicitarte. Te echaré de menos —yo sonreí, antes de darme cuenta de que me había pasado de lista—, pero así tendré más tiempo para dedicárselo al coche.


¿Qué? Ya pasaba todo su tiempo libre debajo del capó de ese coche.


—Gracias —dije rechinando los dientes.


—Así que a Londres —repitió David, como si se tratara de una lejana y extraña ciudad mitológica en vez de una metrópoli llena de actividad situada a tan solo una hora de tren desde Maybridge—. Estoy seguro de que te lo pasarás estupendamente.


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