martes, 30 de noviembre de 2021

Indomable: Capítulo 44

Oyó el sonido de cascos cuando un caballo bajó por la pendiente a su espalda. Se puso rígida, luego miró por encima del hombro. Malena, con el pelo recogido en una trenza, avanzó hacia ella. Con su Stetson negro y las espuelas de plata, Malena Duvall era la contrapartida de la mística del vaquero. Fuerte, competente y sensata, era rival para cualquier hombre o animal. Paula nunca había sido más consciente que en ese momento de lo frívola e inútil que había sido su vida. Al mismo tiempo, fue enorme el orgullo que sintió de Malena. Sin apartar la vista de ella, detuvo el caballo a un metro de Paula. Sólo entonces rompió el contacto visual. Desvió la mirada para contemplar el cañón.


-Me alegro de que estés bien -musitó su prima.


A Paula le escocieron los ojos y experimentó gratitud y un poco de alivio. Malena le abría una puerta. Respiró hondo antes de perder el valor.


-No hay excusa para lo que te hice, Malena. Traicioné tu amistad y te dí la espalda en el momento más traumático de tu vida. Jamás me lo perdonaré, y nunca lo olvidaré -tuvo que parar porque las emociones la abrumaban y estaba decidida a no llorar. No quería darle la impresión de que buscaba simpatía. Malena tenía un corazón demasiado blando para que las lágrimas no la ablandaran, y Paula no deseaba eso-. No espero disfrutar otra vez de tu amistad, no la merezco. Lo único que espero es que comprendas cuánto lo siento y que, de algún modo, eso te brinde solaz.


Se le quebró la voz y carraspeó, aunque nada podría eliminar el nudo que tenía en la garganta.


-Eres la mujer más honesta y honorable que conozco. Lamentaré el resto de mi vida no haberte apoyado entonces -volvió a hacer una pausa y apartó la vista del triste perfil de Malena para mirar en la distancia-. Si pudiera regresar a aquel día y empezar otra vez...


Guardó silencio y se mordió el labio. No había modo de volver atrás. Los actos estaban ahí, las palabras crueles se habían pronunciado, las heridas se habían infligido. Siempre quedarían cicatrices terribles. El crujido del cuero de la silla de montar hizo que se volviera. Malena había desmontado. El tintineo metálico de las espuelas cuando avanzó dos pasos hizo que el cuerpo de Paula se pusiera tenso. 


-Te quiero, prima -Malena le dió un fuerte abrazo. 


Paula contuvo el aliento, luego alzó las manos con gesto brusco y titubeante rodeó a Malena con ellas.


-Yo también te quiero -apenas pudo susurrar.


Rafael miraba mientras Malena y Paula se dirigían a pie a la casa desde el nuevo establo, tomadas de la cintura; el sonido de sus risas flotó hasta él. Por el aspecto de sus ojos y narices enrojecidos, habían llorado hasta vaciarse, aunque el aura de felicidad y camaradería que las rodeaba era tan poderoso y vibrante como ellas dos mientras hablaban animadamente y compartían otra carcajada. Una sensación de paz se extendió por su pecho y penetró hasta su corazón. Al fin el pasado quedaba en el pasado, donde pertenecía, y el futuro resplandecía ante todos como oro bruñido. Paula y Malena pasaron aquella velada y el día siguiente recuperando el tiempo perdido. Cuando Malena y Rafael se marcharon al rancho de San Antonio, las dos primas eran más íntimas que nunca. Paula le había confiado algunos detalles del accidente y de los días que pasó con Pedro en las montañas, aunque no logró convencerse de decirle lo que sentía por él. Malena no insistió, pero Paula había visto el brillo especulador en sus ojos. Al día siguiente, un hombre del Rancho PA de Pedro llevó su equipaje a la mansión.


-Tardaron un par de días en localizar el lugar del accidente. El jefe tenía otros asuntos de los que ocuparse y hasta ayer no llegó a casa -la informó el vaquero.


Eso fue suficiente para Paula. Pedro podría haberle llevado las maletas en persona. El hecho de que enviara a uno de sus empleados le indicó que no estaba interesado en volver a verla. Había superado muchas cosas en su vida, y empezaba a acostumbrarse a que Alejandra no la llamaría nunca más... Y lograría superar lo de Pedro. Después de todo, sólo habían estado perdidos tres noches y casi cuatro días. Sumándole otra noche y día en el motel, no era tiempo suficiente para justificar su esperanza secreta de que podría existir la posibilidad de algo más en el futuro. Pero el hecho de que hubiera sido lo bastante tonta para esperarlo de todos modos le provocó más que un poco de angustia. 

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