De pronto Damián fue un recuerdo tenue y sin cara. Ver a Pedro, su abrumadora presencia masculina, desterró los demás pensamientos. Ni siquiera le importó que estuvieran en el suelo duro, rodeados de kilómetros de árboles, montañas y animales peligrosos. Él deslizó la mano por su costado y curvó los dedos duros sobre sus costillas. Paula contuvo el aliento cuando empezó a subir despacio y se detuvo justo debajo de su pecho. Su expresión mostraba un deseo tan intenso y turbulento que supo que estaba a punto de besarla. Cada átomo de su cuerpo anhelaba aproximarse a él. Pero lo que le dijo en ese momento fue una descarga ruda y fría de realidad.
-No me equivocaba con lo de la virgen, pero no estoy tan seguro de que temas algo -comentó con aspereza-. Supongo que no eres el desafío que pensaba -apartó la mano y se tumbó, colocando el bolso bajo la cabeza.
Paula se quedó estupefacta, tan decepcionada que el pecho le palpitaba. Pedro no la había besado, ni siquiera lo había intentado. Había estado tan convencida de que lo probaría... Pero a cambio le había asestado un insulto colosal. El rechazo indiferente le quitó el aire de los pulmones y tuvo que concentrarse en respirar para recuperar algo parecido a un ritmo normal. Entonces el corazón se le marchitó. ¿Por qué había temido tanto que el avión se viniera abajo? ¿Por qué se había sentido tan aterrada ante la idea de sufrir una muerte súbita en un accidente? Cerró los ojos con fuerza unos dolorosos momentos. Había perdido para siempre a su madre, junto con las demás personas que pudieran ser importantes para ella. Aunque lograra hacer las paces con Malena, ésta ya se había casado y llevaba una vida feliz y plena. La presencia de Paula en la vida futura de su prima nunca volvería a ser atractiva para Malena después de años de separación. Al volverse y darle la espalda a Pedro, puso todos los centímetros que pudo entre su cuerpo embotado y el maravilloso calor que irradiaba él. Ya nunca más temería a la muerte.
El cuerpo grande de Pedro vibraba como un diapasón. ¿En qué demonios había estado pensando? Paula Chaves, a pesar de sus caprichos, estaba resultando una tentación demasiado grande. Se sentía atraída por él, aunque llevaba todo el día luchando contra eso. Él ya casi lo esperaba. Pero la idea de pasar toda una noche envuelto en una manta con su cuerpo pequeño y selecto lo había impulsado a provocarla y a defraudarla. De algún modo había necesitado un nuevo recordatorio de que no estaban hechos el uno para el otro, de lo difícil que era convivir con ella. Había sentido cómo se derretía cuando le curó los pies, pero se encontraba cansada, de modo que descartó el modo somnoliento en que lo miraba y la sensación de que algo había cambiado en Paula. Pero entonces buceó en sus enormes ojos azules y vio la bienvenida y la anticipación de una mujer impaciente de que la besara. Su cuerpo había respondido con velocidad y dolor. Había tenido que ponerle un freno inmediato, y no mostró miramientos en cómo lo hacía. En ese momento se dio cuenta de que había herido sus sentimientos. No le soltó ningún comentario cáustico, no emitió ni un sonido. Se quedó quieta, con los ojos cerrados, y unos segundos después se dio la vuelta y se apartó de él. Yacía tan apartada que el borde de la manta apenas la tapaba. Esperaría hasta tener la certeza de que dormía antes de acercarla y cerciorarse de que la manta la mantenía abrigada. Y pondría el doble de atención en que no se repitiera una situación semejante. Ya no tenía curiosidad por saber si Paula Chaves era una pequeña bruja fría o no. Había tropezado con la respuesta. Y como había percibido que el exterior arrogante de ella era la fachada de un abismo de vulnerabilidad, no era una mujer con la que hubiera que jugar a menos que albergara sentimientos serios.
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