martes, 2 de noviembre de 2021

Indomable: Capítulo 10

Entonces ella la olió. Automáticamente buscó el bolso de mano, luego tuvo que tantear por el suelo. Por suerte iba bien cerrado, de modo que su contenido no se vió diseminado. Pedro la sacó de la avioneta del mismo modo que en el aeropuerto, pero tuvieron que abrirse paso entre las ramas rotas y la vegetación que cerraban los espacios en torno al ala derecha. En cuanto estuvieron en el suelo, Paula trastabilló por la maleza y usó el bolso para protegerse la cara hasta que dejaron atrás la cola de la avioneta. El prado que había vislumbrado antes del accidente se hallaba a sólo unos metros. Era evidente que Pedro no había dispuesto de suficiente espacio para aterrizar en él. Cuando ella giró y vió que el morro y el cuerpo del avión habían penetrado en una franja estrecha entre los árboles, se sintió impresionada por la destreza de su pilotaje. Pero como la avioneta había entrado entre los árboles, el accidente no sería fácil de avistar desde el aire. Pensó que eso haría casi imposible un rescate rápido. Las siguientes palabras de Pedro se lo confirmaron.


-Sacaré todo el equipo y las maletas que pueda. Cuando los tire al exterior, arrástralos hasta el claro.


Ella echó un vistazo al claro y luego al avión. El olor a gasolina aún era fuerte.


-¿Es... Estallará?


Pedro pasó por alto la pregunta y se dirigió al siniestro. Ella lo tomó por el brazo y lo retuvo, aterrada ante la posibilidad de que se produjera una explosión.


-Necesitamos lo que hay en el avión, si podemos conseguirlo.


Lo soltó. Claro que necesitaban lo que había en el avión. La ropa que había llevado, el maquillaje y los artículos para el cuidado del pelo eran necesidades. Pero no si el avión estaba a punto de explotar. Volvió a sentirse aterrada, en esa ocasión por Pedro. Si el avión volaba por los aires, él moriría o resultaría gravemente herido, y se encontraban demasiado lejos de la ayuda. Lo único que había visto desde el aire eran kilómetros de árboles y montañas. Inquieta por su seguridad, lo siguió, aunque se mantuvo a una distancia prudente del aparato. Las primeras cosas que arrojó debían ser de él. Una manta plegada en una funda, una cuerda, un rollo de plástico y su bolso. Finalmente llegó hasta su equipaje y sacó la maleta pequeña. Paula hizo una mueca cuando ésta golpeó con fuerza en el suelo. Asustada, la agarró y la movió con cuidado. El sonido de frascos chocando entre sí hizo que se apresurara a ir hasta el claro para comprobar su frágil contenido. El cierre se había atascado y se agachó junto a las cosas de Pedro para depositarla en el suelo y abrirla a la fuerza. Se hallaba tan absorta en la tarea y tan inquieta porque el contenido hubiera podido sufrir algún daño, que olvidó volver a la avioneta a ayudarlo con el resto de su equipaje.


-Muchas gracias, princesa.


El sonido de las otras maletas al golpear el suelo hizo que pegara un bote. Paula frunció el ceño al ver lo que él había soltado, luego alzó la cabeza para mirarlo con ojos centelleantes. Había encontrado su Stetson, que proyectaba una sombra atractiva sobre su interesante rostro.


-¿Cómo te atreves a tirar mis pertenencias?


-No las tiré exactamente -un lado de su bonita boca esbozó una sonrisa-. A menos que quieras que te demuestre cómo sería eso, para que sepas reconocer la diferencia.


Algo en la forma en que sus ojos oscuros se posaron en su maleta grande hizo que alargara una mano para protegerla. Pero Pedro pasó por encima para recoger su bolso. Paula lo observó con desconfianza hasta que abrió la cremallera antes de volver a concentrarse en el cierre obstinado de la maleta pequeña.


-Busca en tus cosas y selecciona lo más esencial -le indicó mientras hurgaba en su bolso, descartando una cosa tras otra.


Paula soslayó la orden. Puede que él hubiera guardado cosas que no considerara esenciales, pero ella no. Necesitaba todo lo que había llevado. En especial el contenido de esa maleta pequeña. Acercó el bolso para buscar algo con que poder forzar el cierre. La llave del Cadillac del llavero era más robusta que su lima de uñas de metal, así que la empleó. Pero resultó demasiado gruesa para entrar.


-Date prisa con ese equipaje.


Las palabras secas de Pedro provocaron que levantara la cabeza. Se hallaba en cuclillas, equilibrándose sobre los talones, con un antebrazo apoyado en el muslo. Había terminado de repasar su bolso y la observaba con expectación. Vió que había guardado el rollo de plástico y la cuerda. La manta debió quedar en el fondo. Junto a él había una pila de ropa.


-Estoy ocupada con mi equipaje -espetó con irritación-. Y tú tiraste esta maleta. Has estropeado el cierre. 

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