jueves, 18 de noviembre de 2021

Indomable: Capítulo 31

Paula despertó lentamente a la mañana siguiente. No recordaba haberse sentido jamás tan segura y satisfecha. Permaneció en una especie de neblina, disfrutando de la novedad de las dulces y raras emociones de algún sueño que debió haber tenido. Se acurrucó para aferrarse a ese sentimiento cálido. En ese momento descubrió dónde estaba y qué hacía. Tenía la mejilla apoyada en el pecho de Pedro. La sorpresa la despertó del todo y alzó la cabeza. Estaba de costado de cara a él, pero el brazo y la pierna izquierdos se hallaban cruzados sobre su gran cuerpo de modo que prácticamente estaba encima. Pedro la rodeaba con el brazo izquierdo y tenía la mano floja alrededor de su muñeca. ¿Cuándo había sucedido eso? Después del beso que se habían dado la noche anterior, su intención había sido mostrarse fría y distante por la mañana. Pero como despertara en ese momento, sería imposible explicárselo. ¡Ni siquiera era capaz de explicárselo a sí misma! Debía bajarse de él. Empezó a alejar la muñeca de su mano, pero en cuanto se movió, él abrió los ojos y los clavó en su cara asombrada. Sintió que se ruborizaba. La boca maravillosamente varonil de Pedro exhibió una curva divertida, y ella intentó que no llegara a la conclusión obvia.


-¿Cómo te atreves? -preguntó con voz ronca por el sueño. La indignación era una distracción perfecta para lo que él debía estar pensando.


Intentó apartar la mano, pero los dedos de Pedro se cerraron al instante, como si hubiera esperado eso. Trató de quitar la pierna de encima de su cuerpo, pero de algún modo se había enredado en la manta. Él dobló el brazo y la mantuvo cerca.


-No juegues a ser la virgen indignada, señorita Paula -musitó.


-Qué ego colosal debes tener -fue lo siguiente que intentó ella.


-Sincero.


Volvió a tratar de soltarse, y en esa ocasión él la dejó. En su precipitación por liberar la pierna, logró enredarla más. Al final Pedro metió la mano bajo la manta, le agarró el muslo con arrebatadora familiaridad y la liberó. Paula llevó a cabo una huida incómoda y terminó con las manos y las rodillas sobre la hierba. Intentó levantarse, y se encontró nariz con nariz con una pequeña cara peluda. Su grito atravesó el amanecer. Pedro la sujetó y la alejó de la amenaza peluda. Ella se retorció para sujetarse a él en busca de protección, pero no fue capaz de apartar la vista del animal. Sobresaltado por el grito, el perro pequeño se agazapó en la hierba, tembloroso y aterrado. La tensión en el robusto cuerpo de Pedro se evaporó al verlo y se quitó las manos de ella de encima.


-Quizá éste sea tu oso -Paula dejó que la hiciera a un lado, observándolo mientras se ponía en cuclillas y silbaba-. Ven, amiguito -instó-. Es muy ruidosa pero no muerde.


Ella estaba aturdida por la visión del pequeño perro. Casi todo negro, exhibía algo de marrón en torno a la cara y en las patas. El pelo largo se le veía sucio, y tenía enredadas un par de ramas y unas hojas en el pelaje. Respondió a la voz de Pedro gimiendo y agachando la cabeza. Daba la impresión de que no sabía si quedarse o salir corriendo. La batalla evidente que libraba entre el anhelo y el temor conquistó el corazón de Paula. Pedro siguió habiéndole en voz baja, pero el perro, sin importar lo mucho que deseara acercarse, mantuvo una distancia segura. Lo dejó cuando el animal mostró indicios de huir.


-Lo mejor será no agobiarlo. Prepararemos el desayuno y entonces veremos qué hace -alargó las manos hacia sus botas y dió la impresión de olvidarse del perro. Quitó los cordones de las botas de Paula y las dejó a su lado-. Dedícate a tus cosas para que vea que no pretendemos hacerle daño. No hagas movimientos bruscos. Cuando los pescados estén listos, no resistirá mantener la distancia.


-¿Cómo llegó aquí? -de pronto tuvo la esperanza de que el perro fuera señal de que se hallaban cerca de una carretera u otro indicio de civilización.


-O se perdió o fue abandonado. Un perro dócil no sobreviviría mucho tiempo aquí. Es un milagro que no haya sido la merienda de algún animal salvaje.


-Entonces, no estamos muy lejos de conseguir ayuda, ¿No? -lo miró con súbita esperanza.


-Tal vez -la miró con expresión sombría-. Pero si nos halláramos tan cerca de otros seres humanos, el perro podría haberlos encontrado antes que a nosotros -se dirigió hacia la orilla y habló por encima del hombro-. Si se acerca, no dejes que te muerda. No sabemos si su antiguo dueño lo mantenía vacunado. 

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