jueves, 25 de noviembre de 2021

Indomable: Capítulo 39

Gritó amenazas y órdenes a voz en cuello sin dejar de agitar el palo y tratar de parecer más feroz que el puma. Todo sucedió en unas pocas y frenéticas palpitaciones ajenas al tiempo. Tan rápidamente que al principio pensó que había alucinado. Un instante el felino estaba agazapado con las orejas tan pegadas a la cabeza que resultaban casi invisibles, y al siguiente se lanzó a un costado y desapareció entre los árboles con un movimiento tan mercurial que dio la impresión de desvanecerse delante de sus ojos. Paula se detuvo y permaneció como una estatua. Kiara calló, su cuerpecito tan rígido como si escuchara el sonido de la retirada del felino para cerciorarse de que se había ido. La voz de Pedro atronó detrás de las dos.


-¿En qué demonios estabas pensando?


La evidente furia de él era una sorpresa y Paula se volvió como sumida en una bruma. Avanzaba hacia ella con el rostro enrojecido por la ira, los ojos encendidos.


-¿No oíste mis gritos? ¡Ese puma te podría haber abatido en segundos para arrastrarte a la maleza antes de que hubieras podido mover un dedo!


Ella esbozó una sonrisa extraña. De pronto se sintió rara, pero el corazón rebosaba de euforia.


-Lo asusté -indicó, tan asombrada que tuvo que repetir las palabras-. Lo asusté.


Pedro se detuvo delante de ella, tan furioso que parecía una columna de granito. Impasible, la extraña sonrisa de Paula se amplió. Y entonces se desmayó.




Paula despertó para oír un impresionante recital de juramentos. Abrió los ojos y se dió cuenta de que yacía a medias en el suelo y en los brazos de Pedro. Él la miraba con ojos turbulentos.


-Pequeña tonta.


Su declaración le hirió los sentimientos, pero la sensación de la palma de su mano en la mejilla era apaciguadora. De repente Paula lo recordó todo y contuvo el aliento.


-El felino...


-Eres afortunada de que no tuviera hambre.


-¿Cómo lo sabes? -frunció el ceño ante ese comentario extraño.


-Colina arriba ví el cuerpo reciente de un ciervo. Bueno, lo que queda de él.


Ella intentó sentarse. Pedro se lo permitió, pero mantuvo un brazo a su alrededor. El movimiento la mareó y se llevó una mano a la frente.


-Entonces, ¿No fue una alucinación? ¿Existió realmente el puma?


-Claro que sí -rugió-. ¿Qué pensabas que era?


Paula tembló y giró la cabeza para mirarlo con recelo. Su furia la sorprendía. Siempre era tan sosegado, mantenía tanto el control. Verlo de esa manera la perturbaba.


-Sabía que era un puma -informó-. Lo que pasa es que todo sucedió tan deprisa. En un momento iba a matar a Kiara y al siguiente se desvaneció.


-Te podría haber desgarrado el cuello con igual facilidad.


-No podía quedarme quieta y dejar que matara a la perra -Paula meneó la cabeza.


-La perra no estaba donde se suponía que debía estar -posó las manos en sus hombros y la sacudió un poco-. Habría sido una pena que el puma la matara, pero ella se interpuso en su camino. En cuanto tú decidiste lanzarte hacia el felino, fue tu vida la que corrió peligro. ¿Y por qué? Si ese felino hubiera ido contra tí... -calló y volvió a maldecir. Para sorpresa de ella, se inclinó y le plantó un beso breve y fuerte, luego se levantó y la incorporó con él-. ¿Puedes andar? -Paula asintió, aunque la cabeza le daba vueltas por el beso inesperado y las rodillas le temblaban-. Entonces recojamos las cosas y continuemos. Prepararemos una correa para la pequeña alborotadora para que no vuelva a provocar a ningún animal peligroso. 

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