¿Cómo se había perdido todo? Los últimos días habían sido algunos de los más traumáticos y hermosos de su vida. Y de pronto se terminaban. El frágil eslabón emocional que creía que se había forjado entre ellos sólo parecía el resultado de una imaginación demasiado activa. Paula se había enamorado profundamente de él. Le parecía que semejante acontecimiento debería ser compartido, afectarlos a los dos por igual. Pero en ese momento le pareció dolorosamente claro que ella había sido la única afectada, la única en enamorarse. Oh, Dios, ¿Qué iba a hacer? Se sentía desgarrada por dentro, inquieta y dolida. El orgullo no le permitiría mostrarlo, de modo que se esforzó por mantener la misma distancia emocional que Pedro había alcanzado sin apenas esfuerzo.
-Y bien, ¿Cómo piensas volver a Texas? -le preguntó. Ésa podía ser una buena prueba. Si entraba en sus planes, podría tomarlo como una señal de esperanza. Si no...
-Pensé en alquilar un helicóptero con piloto para tratar de localizar el lugar del accidente. Si lo logro, haré que te envíen el equipaje a tu casa. ¿Tú volverás en avión?
No podría haber dejado las cosas más claras. Paula sintió que se rompía por dentro.
-No sé si seré capaz de volver a subir a un avión.
-Será mejor que lo consigas. A menos que a partir de ahora pienses ir en coche a todas partes.
Sabía que él tenía razón, pero la idea la desasosegaba. Miró a Kiara, que no los perdía de vista mientras seguía la conversación.
-Si me llevo a Kiara conmigo, no quiero pensar que estará encerrada en algún compartimento de carga. ¿O piensas quedártela tú?
-Puedes llevártela tú -meneó la cabeza-. Los únicos perros que encajan en mi estilo de vida son los sabuesos o los pastores. Podría hacer una excepción con ella, pero si quieres proporcionarle un buen hogar, adelante.
-¿Te comentó el veterinario si creía que sus dueños podían aparecer? -odió el modo en que se le quebró la voz. Esperaba que Pedro lo atribuyera a Kiara y no a un corazón roto.
-No consideraba que hubiera muchas posibilidades. Dijo que lo más probable es que alguien de vacaciones la hubiera perdido. Si analizamos la zona en la que la encontramos, lo más factible es que los dueños abandonaran su búsqueda hace días.
-¿Me harás saber si alguien se pone en contacto contigo por ella? - preguntó, anhelando ya cualquier excusa para volver a hablar con él aunque ello significara una mala noticia sobre Kiara. Por otro lado, si la perrita tenía una familia en alguna parte...
-Sí.
Paula apretó las manos con nerviosismo. Ya estaba. El adiós educado.
-Bueno, supongo que tendré que llamar a una agencia de alquiler de coches.
-Yo me ocuparé del coste del vehículo y de la habitación -la informó.
-Logré cargar con mi bolso de vuelta hasta la civilización -se puso rígida-. Tengo tarjetas de crédito y suficiente dinero.
-Te lo debo. Por las inconveniencias del accidente. Me ocuparé de costear tus molestias.
-No hay motivo para ello -Paula meneó la cabeza-. Tú te negaste a dejar que te pagara el viaje, de modo que no fue un vuelo contratado. Además, te obligué a llevarme contigo.
-Ya deberías saber... -pero Paula lo cortó.
-No quiero oírlo -dijo con presteza, adoptando ese tono imperioso que tanto éxito le había dado en los últimos años.
La desconcertó la facilidad con que podía recuperarlo. Quizá, después de todo, no tenía tan buen carácter para llevar a cabo el cambio en su vida. Ese pensamiento hizo que se sintiera más abatida.
-Lo que tú digas, señorita Paula -aceptó Pedro con indiferencia, haciendo que a ella se le helara el alma.
«Por favor, Pedro, no me odies de nuevo. De verdad he cambiado, lo prometo. En cuanto salgas de esta habitación podré derrumbarme en privado, y prometo no volver a ser la bruja que era antes. Por favor, averigualo algún día. Que te importe para que lo averigües».
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