Pobre Paula. Si había vuelto a ser una persona agradable, la gente quizá ya no estuviera dispuesta a aceptarlo. O a ella. Siempre le había costado encajar. Se sentiría horrorizada si hubiera escuchado todo lo que había llegado a oídos de Malena. Fue la muerte de Damián lo que la había destrozado y empujado a adoptar una actitud amarga hacia la vida. Si de verdad había cambiado, esperaba que al fin hubiera superado la horrible forma de morir de Damián. Aunque jamás pudiera creer en Malena o perdonarla, se alegraría si al fin hubiera podido conseguir la paz. Miró por el ventanal de la sala de estar del Broken B, pero no se volvió al oír entrar a Rafael. El que era su marido desde hacía un mes la rodeó con los brazos por detrás. Inclinó la cabeza y apoyó su mejilla contra la de ella. Alzó las manos y asió las de Rafael con suavidad.
-¿Cuándo consideras que deberíamos regresar al Rancho Duvall?
Rafael había mencionado el día anterior que tenían que regresar a su rancho cerca de San Antonio. De momento habían decidido mantener los dos ranchos, dividiéndose entre ellos para que Malena dispusiera de tiempo para considerar si quería vender el Broken B a Pedro Alfonso o no.
-¿Podemos esperar un par de días más? -preguntó.
Rafael la abrazó con más fuerza. Hablaron de Paula, y Malena le confesó su esperanza secreta: Que su prima hubiera cambiado, y, en ese caso, que al fin pudiera aceptar la verdad sobre la muerte de Damián. Y si era capaz de aceptarla, tal vez quisiera cerrar el abismo que había entre ellas.
-Ya has sufrido demasiado por Damián y Paula -musitó él-. No te expongas a más sufrimientos, cariño.
-Dos días más, Rafael.
-Dos días -si Paula Chaves no llamaba a Malena...
Besó el suave cabello de su mujer y no se permitió terminar el pensamiento.
Lo más duro para Paula no fueron las disculpas que expresó a la gente a la que había tratado tan mal, sino sacar valor para ver a Malena. De algún modo una disculpa parecía banal para el monumental pecado de la traición. Porque la había traicionado. Su profunda amistad, su cariño mutuo, su relación de sangre. Quizá nunca supiera el alcance de la herida que la había infligido a su prima, y no estaba segura de poder vivir consigo misma si llegaba a conocerlo. De niñas, Malena la había aceptado de forma incondicional. Le había ofrecido su amistad y lealtad y para su prima jamás habría sido posible darle la espalda tal como había hecho ella. Cuando la culpa por lo que había hecho pesó más que el miedo a verla, subió al coche y fue hasta el rancho Broken B. Montaba el capón bayo que Rafael le había ensillado. Malena había salido a dar un paseo a caballo, y su marido no la esperaba hasta un par de horas más tarde.
Paula tuvo miedo de perder el valor si tenía que esperar. Rafael se había mostrado reservado. Sintió su agudo escrutinio, pero había aceptado su petición de prestarle un caballo para ir al encuentro de Malena. Él mismo había seleccionado y ensillado al animal. La última mirada que le había lanzado estaba cargada de advertencias. La rehuyó, abrumada por la culpa. Dolía saber lo mucho que recelaban de ella, a pesar de que merecía toda su desconfianza y desprecio, y deseó con todo su corazón haber hecho las cosas de forma diferente, no haber sido tan egoísta y mezquina. No haberle dado la espalda a Malena. Hacía siglos que no montaba a caballo, aunque no tardó mucho en sentirse a gusto encima del bayo. Malena era mejor amazona. Había sido la mejor en todo. A Paula nunca le había importado, porque la había admirado mucho. Hasta no llegar al largo y estrecho paso que atravesaba esa parte del rancho no se dió cuenta de que se hallaba cerca del lugar donde había muerto Damián. Recordaba la zona y lo turbulentas que solían ser las inundaciones al atronar a través del cañón. El agua viajaba en línea recta, y cuando chocaba con un punto en el que se veía bloqueada u obligada a virar, descargaba su máximo impacto. Frenó el caballo y desmontó para acercarse hasta el borde. La cara de Damián anidaba en su mente. Le sorprendió comprender que al mirar el punto donde él había caído no pensara en cómo había muerto sino en lo terrible que debió ser para Malena presenciarlo. Observar cómo se desprendía el reborde y arrastrarse en un intento vano e infructuoso para salvar su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario