Paula lo miró fijamente. Le daba absolutamente igual que todos los de alrededor la estuvieran mirando, que el silencio se pudiera cortar con un cuchillo.
Pedro la miró indignado. De pronto, su gesto cambió.
—¿Te encuentras mal, estás enferma?
—No. Necesito hablar contigo. Ahora. En privado.
Llegaron al trailer. Sólo entonces se dio cuenta de que estaba con el vestuario del personaje. Había tensión. A Paula le daba igual.
—He estado hablando con Candela.
—¡Es eso! —Pedro se relajó—. Es la última vez que permito que el sentimentalismo obnubile mi sentido común. Puedo explicarte lo de Candela...
—Me ha contado lo de tu hijo.
—¿Sí?
Su expresión no coincidía con el aire de liviandad que quería darle a sus palabras. Paula se sentía mareada.
—¿Tienes un hijo Pedro?
—Iba explicártelo cuando llegara el momento.
—¿Y cuándo crees que habría sido el momento? —lo miraba como si de un criminal se tratase.
—Por tu reacción, creo que nunca habría sido el momento —de pronto, aquella relación ya no era divertida—. Benjamín tiene...
—¡Sabes su nombre!
—Benja tiene casi trece años.
—¡Vaya! Resulta que sabe algo de matemáticas. ¿Cuántos cumpleaños te has perdido, Pedro?
Un dolor intenso inundó su mirada. Pero Paula se sintió engañada. Una vez más había sido una estúpida, no se había dado cuenta de con quién estaba.
—Las circunstancias hicieron que fuera imposible...
—Sí, claro —dijo ella—. Siempre hay circunstancias... como tu falta de decencia. Ahora entiendo porqué te marchaste de Ohio. Estabas huyendo de tu responsabilidad.
—Si fueras capaz de escucharme un instante, te contaría porqué estaba trabajando tan lejos de casa. Sólo teníamos dieciocho años...
Eso no era motivo para abandonar a nadie. Ella también había sido joven e inocente y, a pesar de todo, había tenido que vivir todos aquellos años con las consecuencias. Si no hubiera sido así, tal vez habría sido capaz de decir todo lo que estaba diciendo en su propio nombre, y no en nombre de otra mujer.
—Yo no me he olvidado ni de Benja ni de Marina —no levantó la voz, pero cada sílaba vibraba con una intensidad inusual—. Es extraño, pero nunca pensé que las cosas fueran blanco y negro para tí.
¿Cómo se atrevía a mirarla de un modo tan desafiante, con un aire de superioridad como aquél?
—Cuando se trata de hombres que abandonan niños, no puede haber excusas posibles. Ni siquiera tienes el valor suficiente para admitirlo.
—Mira, ése es el primer error, porque lo admito. Pensé que eras una mujer sensible capaz de mostrar compasión y perdón por los errores ajenos. Tu profesión lo exige.
—Dejo mi compasión para la mujer y el niño que abandonaste —le gritó. Estaba dándole la vuelta a todo, hacía que pareciera ella la abandonada.
—Yo no abandoné a nadie, pero eso es algo que no estoy dispuesto a discutir contigo.
—Porque no soy un estúpida que se creería tu cuento.
—Desde luego lo que no eres es la persona que yo creía que eras.
Su tono era frío, vacío y, por primera vez, sintió que estaba perdiendo algo, mucho tal vez. Pero no, no había nada que perder, pues, en realidad, había amado una falsificación de hombre, una imagen que no correspondía con el original.
—Así que aquello no fue nada más que un lío pasajero.
Él se encogió de hombros. Su actitud era despreciativa.
—Puede que no vea a mi hijo todo lo a menudo que querría, pero al menos tengo la certeza de que no lo está educando una hipócrita —soltó una carcajada cruel—. Me da la impresión que eres tú la primera que esconde un esqueleto en el armario. ¿Algún crimen inconfesable? No se preocupe, doctora, no estoy interesado en descubrir cuál es.
El golpe de la puerta anunció su partida.
Cuando Delfina se encontró con ella dos horas después, mientras se dirigía hacia el coche, no tenía en el rostro señal alguna de lágrimas. Se detuvo, temblorosa. El brillo que había alumbrado sus ojos aquellos últimos días había desaparecido.
—Han tenido una pelea —afirmó Delfina—. Pedro ha insultado a cualquiera lo suficientemente estúpido como para no desaparecer de su vista. Además, ha hecho una escena tan aterradora, que hasta yo me he asustado. Siempre que interpreta da la impresión de que se está guardando algo en la manga, pero hoy nos ha dejado sin habla. Seguramente habrás logrado que le den un Oscar.
—¡Me alegro de haber sido útil —dijo Paula con amargura. Toda aquella gente era tan egocéntrica, sólo se miraban el ombligo. Se alegraba realmente de haber vuelto al mundo real.
—¡Lo siento! —dijo Delfina—. Realmente siento lo que ha sucedido. Pero no te preocupes, volverán a estar juntos.
—No, hermanita, no volveremos a estar juntos, sencillamente porque lo detesto. Y no pienso volver a verlo en toda mi vida.
Delfina retrocedió ante la virulencia de la explosión.
—¡Pau! ¿Qué ocurre? No pareces tú —levantó las manos para tranquilizarla y su hermana le lanzó una mirada fulminante—. Y respecto a lo de no volver a verlo, te quedan tres semanas de trabajo con él.
—¡Cielo santo! ¡Es verdad! No había pensado en eso —se cubrió la boca con la mano. El estómago se le encogió.
—Bueno, si le explico que estás mal, tal vez rescinda el contrato sin más complicaciones.
Paula levantó la cabeza con orgullo.
—¿Mal? —no estaba dispuesta a que pensara que la había afectado lo más mínimo el incidente—. No estoy en absoluto mal. ¡No estoy dispuesta a darle esa satisfacción!
Delfina la observó. Le podría resultar útil utilizar todo aquello en un par de escenas. Quién sabía, tal vez ella también conseguiría un Oscar.
Muy buenos los caps.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Tienen mucho que saber el uno del otro...
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