jueves, 30 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 47

Enfriar a temperatura ambiente


Paula esperó fuera e intentó recobrar el control de sus emociones. Cuando Pedro salió, estaba pálido.


—¿Estás bien? —preguntó ella, apretándole el brazo.


—Eso es lo que debería preguntarte yo a tí —dijo él, abrazándola—. Lo siento, Paula. Confiaba en…


—Poder razonar con él como podrías hacerlo con tu padre —concluyó ella.


—Supongo que sí —contestó Pedro, con el ceño fruncido.


Pero sus familias eran muy distintas y Paula se dijo que quizá debía aceptar que no estaba en sus manos cambiar la actitud de su padre. Picaron algo en un bar cercano, pero ella había perdido el apetito y aprovechó el rato dando pistas a Pedro sobre las preferencias y las peculiaridades de su padre en la cocina. Después de lo que acababa de pasar, temía que hubiera puesto en peligro sus probabilidades de ganar. Volvieron a casa cerca de las seis. Él insistió en acompañarla aunque tenía que concentrarse en prepararse para el día siguiente.


—Mañana es un gran día para tí —dijo ella, en la puerta—. ¿Me llamarás cuando salgas del estudio?


—Por supuesto —dijo él.


—Buena suerte —Paula lo besó delicadamente y se irguió.


Por más tentador que le resultara invitarlo a pasar, abrió la puerta y entró.



Apenas habían dado las ocho, pero Pedro se había levantado al amanecer y estaba en el estudio desde antes de las siete. Aunque trabajaba bien bajo presión, o eso había creído siempre, fue consciente de que las manos le sudaban y tenía el corazón acelerado mientras esperaba con los demás concursantes a que empezara la competición. Tampoco contribuía a que estuviera tranquilo el hecho de que hubiera llamado dos veces a Paula desde la noche anterior y le saltara el contestador. ¿Estaría bien? ¿Habría pasado algo? Mientras reflexionaba, solo prestó atención parcial a los comentarios de los demás chefs. Nadie sabía exactamente qué modificaciones se habían hecho al formato, así que las especulaciones iban en aumento cuanto más esperaban en la antesala a pasar al estudio.


—Yo creo que traman algo —oyó que Ángela le decía a Rafael.


—A ver si empezamos de una vez —refunfuñó este, sin dirigirse a nadie en particular.


Pedro estaba de acuerdo. En la cocina estaba en su medio natural. Esperando, solo se sentía frustrado. Se abrió la puerta. Supuso que se trataría de Gustavo, pero se quedó perplejo al ver entrar a Paula. Iba vestida con comodidad y llevaba el cabello recogido en una práctica coleta. Instintivamente, él dirigió la mirada a los labios que le hacían enloquecer.


—¿Qué hace esa aquí? —preguntó Rafael, alzando la voz por encima del murmullo general.


Las miradas de Pedro y de Paula se cruzaron, y él vió que tenía ojeras. ¿Habría ido a desearle buena suerte? Lo dudaba. Especialmente porque la expresión de su rostro era de… ¿Culpabilidad?


—¿Paula? —consiguió finalmente articular su nombre, pero la tensión en el ambiente hizo que sonara como una interrogación.


Antes de que ella hablara, apareció Gustavo y, colocándose a su lado, dió sus palmadas características.


—¡Atención, por favor! —dijo, como si no estuvieran ya todos pendientes de él—. Varios de ustedes me han preguntado qué había decidido la cadena respecto a la participación de Paula —hizo una pausa de efecto dramático—. Pues bien, la decisión va a recaer sobre ustedes.


—¿Qué significa eso? —preguntó alguien.


—¿No van a traer a uno de los participantes en la fase eliminatoria? —preguntó otro.


Pedro escuchó ausente mientras intentaba asimilar la presencia de Paula.


—Silencio, por favor. Dejen que lo explique —dijo Gustavo—. Primero: No va a incorporarse ningún otro chef. Segundo: Hemos decidido que sean ustedes quienes decidan si Paula se queda o no en el concurso.


En la sala se elevó un murmullo inconexo.


—¿Han retrasado el comienzo dos semanas y esto es lo que han pensado? —preguntó Rafael, indignado.


—¡No es justo! —exclamó otro chef.

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