En el estudio se oyó un murmullo de especulaciones. Tanto los concursantes como los técnicos miraban a Paula. Pedro permanecía a su lado, sin apartar la mano, pero ¿Hasta cuándo?
—Su nombre es Paula Durham —continuó su padre—. Antes de casarse con el único maldito crítico que se haya atrevido a darme una mala puntuación, se llamaba Paula Chesterfield.
—¡Chesterfield! —repitió Gustavo con un grito agudo. Ante la mirada de hielo de Luis, pareció empequeñecer.
Aunque era innecesario, su padre añadió:
—Es mi hija.
Pedro retiró la mano al instante y la observó perplejo.
—Paula Dunham —le oyó susurrar Paula, como si probara a ver cómo sonaba su nombre en sus labios. A ella le gustó aunque el tono fuera recriminatorio.
Su padre dijo en tono autoritario:
—¿Qué tienes que decir en tu defensa?
—Mi presencia aquí habla por sí misma —dijo ella con una dignidad y una calma que estaba lejos de sentir.
—Éste no es tu sitio —contestó su padre.
—Lamento no estar de acuerdo.
—Tuviste tu oportunidad y la arruinaste.
Paula no podía negarlo, pero necesitó aclarar algo:
—No estoy pidiendo la oportunidad de dirigir tu cocina por ser quien soy; solo pido la oportunidad de competir por el puesto, como todos los demás. Por eso estoy aquí.
—Puedo asegurarle que los jueces no han mostrado el menor favoritismo. Nadie sabía quién era —intervino Gustavo.
—¡Me da lo mismo!
—Señor…
—¡No!
Paula supo que no había nada que hacer.
—Si le clavara un cuchillo no sangraría. Está asada —aunque fuera un susurro, la voz de Rafael fue inconfundible.
Era un impertinente, pero en ese caso estaba en lo cierto. La habían desenmascarado, sabían que había mentido y que había entrado en la competición bajo un nombre falso. Por mucho que hubiera deseado otro final, los hechos eran incontestables: Estaba fuera del concurso.
—Lo siento —musitó.
No pensaba llorar. No delante de los demás concursantes. Y especialmente, no delante de su padre. Alzó la cabeza y fue hacia la puerta.
—Está claro quién va a ser el primer eliminado —dijo Rafael cuando pasó a su lado. Y en el mismo tono despreciativo que su padre, añadió—: La estilista gastronómica.
—Deja de comportarte como un imbécil —masculló Pedro.
Triturar
Paula Dunham. Ese era su nombre, no Paula Chaves. Y era una mentirosa. Pedro intentó borrar ese pensamiento. Después de todo, el motivo de que hubiera mentido era muy distinto al de su exmujer. Pero cualquier modo de traición, incluso si no era dirigida a él, seguía dejándole un sabor amargo en la boca. En aquella ocasión estaba irritado y sentía curiosidad a partes iguales. ¿Por qué habría mentido? La respuesta no estaba clara y, por el momento, no podría obtenerla. Después de que Paula fuera desenmascarada, el estudio se había sumido en el caos. Hombres y mujeres con aspecto de ejecutivos habían llegado a docenas. Pedro dedujo que se trataba de los abogados y de los representantes de las empresas que patrocinaban el programa. El silencio había sido sustituido por un continuo rumor.
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