martes, 14 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 27

Pedro sacudió la cabeza.


—Ya tiene una selva. Mi padre dice que es como vivir en el trópico.


Paula bebió.


—¿Dices que va a cumplir sesenta años?


—Sí.


—Es una fecha importante. ¿Hay algo que siempre haya querido hacer y que no haya hecho, o algún lugar al que haya querido ir?


Pedro sonrió.


—Debía haber acudido a tí antes. Si mis hermanas no hubieran comprado ya sus regalos les propondría que la invitáramos a un viaje por Europa. Siempre ha querido hacer uno.


—Quizá puedan regalárselo para su aniversario.


—¡Qué buena idea! —dijo Pedro. Y llevado de nuevo por la curiosidad, preguntó—: ¿Qué tal lo pasaste cuando estuviste allí? ¿Pudiste viajar?


—Visité museos e hice visitas turísticas. Pero sobre todo, comí —el rostro de Paula se iluminó—. La gastronomía de un país es tan importante como su arte.


Él coincidía con ella plenamente.


—¿Dónde y cuál fue tu plato favorita?


Paula no vaciló:


—Unos escalopinni de ternera en un restaurante italiano en París —y acompañó el comentario con un ronroneó que tuvo un efecto perturbador en el cuerpo de Pedro.


—¿Comida italiana en París? —dijo con escepticismo—. Yo hago unos escalopinni deliciosos.


—Tendrás que demostrármelo —dijo Paula, retándolo con coquetería.


—Lo haré —contestó Pedro, que no hacía ese tipo de ofertas a la ligera. Cocinar para una mujer era para él tan íntimo como hacer el amor.


Se miraron en silencio y para reprimir la tentación de besarla, Pedro dijo: 


—Volviendo a mi madre, ¿Qué te parece un collar?


—¿Le gustan las joyas?


—La verdad es que no especialmente.


—Entonces olvídalo. Una mujer que cumple sesenta años merece un regalo que represente lo que ha conseguido en la vida y lo que todavía le queda por hacer.


—¡Zapatos de claqué! —exclamó Pedro súbitamente, chasqueando los dedos—. Una vez me dijo que tuvo que dejar las clases de pequeña porque su padre enfermó y no podían pagarlas. Todavía hace algunos pasos de vez en cuando— concluyó riendo quedamente.


—Si es así, deberías regalarle los zapatos y unas clases. Es una gran idea.


—Creo que sí —dijo Pedro, agradecido y sorprendido por lo bien que Paula lo entendía.


Paula se ofreció a ir a comprarlos con él. Buscaron una tienda en Internet y se dirigieron a la más próxima. Hacía un día agradable, aunque se habían anunciado tormentas para la tarde. Pedro sentía una formándose en su interior, especialmente cuando su mano rozó accidentalmente la de Paula. Cuando sucedió una segunda vez, se la tomó y un relámpago que partió del punto de contacto, lo atravesó de pies a cabeza.

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