jueves, 23 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 38

 —Creo que tienes razón.


Paula se las puso y terminó de vestirse. Finn se puso unos pantalones y la acompañó hasta la puerta, donde ella se calzó. Desde fuera llegó el sonido de una bocina.


—Debe ser mi taxi.


—Deja que me ponga la camisa y que te acompañe.


Mientras esperaban al ascensor se miraron en silencio y por primera vez se instaló entre ellos cierta incomodidad. Pedro había estado con otras mujeres desde su divorcio, pero con ninguna se había quedado mudo. Quizá porque el sexo no había sido tan espectacular o porque ninguna de ellas le había importado tanto como Paula. Habían llegado casi al bajo cuando soltó a bocajarro: 


—¿Cuándo nos volvemos a ver? Te debo una cena.


Paula sonrió.


—¿Cuándo quieres que nos veamos? No tiene que ser para cenar, aunque es verdad que me has traído a tu departamento con falsos pretextos —se inclinó y lo besó en la mejilla—. Gracias, por cierto.


—¿Por qué?


—Por seducirme con falsos pretextos.


—Ha sido un placer —dijo Pedro, dando las gracias porque Paula no fuera el tipo de mujer que jugaba a marcar distancias—. ¿Qué te parece mañana?


—Vale. ¿En el Isadora? Puedes dormir un rato. ¿A las nueve? ¿Las diez? Soy muy flexible.


—Lo sé —Pedro sonrió de oreja a oreja y ella también. Con gran pesar él añadió—: Vienen mis hermanas. Sonia dice que quiere hablar de la fiesta de mi madre, pero me temo que me van a someter a un interrogatorio.


—¡A qué velocidad viajan las noticias! —dijo Paula.


Llegaron al bajo y Pedro mantuvo la puerta del ascensor abierta para dejarla pasar.


—Es lo que tiene la tecnología —dijo mientras iban hacia la puerta principal—. Antes habrían pasado al menos un par de días.


—Estoy libre toda la tarde. ¿Tú?


—También.


Pedro se preocupó súbitamente de hasta qué punto le hacía feliz saber que iban a seguir viéndose. Debió notársele en el rostro, porque Paula le preguntó:


—¿Pasa algo?


—No —dijo él, sonriendo—. Nada.





—¿Y cuándo vamos a conocerla? —preguntó Luciana nada más entrar por la puerta.


Tenía veinticuatro años y era la pequeña y la mimada de la familia. Sonia comentó:


—Espero que la traigas a la fiesta de mamá.


—No-no estoy seguro —dijo él, sorprendiéndose de que no le saliera un rotundo «no».


Pero Paula era diferente. Y la actividad sexual de la noche anterior había dejado su cuerpo y su mente en una neblina.


—¿Eso significa que a lo mejor sí? —preguntó Carolina con una sonrisa triunfal.


Pedro decidió no contestar y cambiar de tema:


—¿Qué les parece el regalo que tengo para mamá?


El día anterior se lo había contado en un mensaje.


—¿Los zapatos de claqué y las clases? —Carolina puso los brazos en jarras—. ¿Quieres que nos creamos que se te ocurrió a tí solo?


—¿Por qué no? —protestó Pedro.


Sonia resopló.


—Porque es tan especial que solo se le habría ocurrido a una mujer.


—Da lo mismo a quién se le ocurriera —Carolina hizo un ademán como si despejara el aire—. Lo que importa es que está saliendo con alguien.


—He tenido más citas desde mi divorcio.


—Con mujeres con las que querías acostarte, pero a las que no te interesaba volver a ver —dijo Sonia. Y alzando las manos, añadió—: No es una crítica. Solo digo lo obvio.

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