—No soy la persona más adecuada para juzgar —dijo—. Me casé por las razones equivocadas. Por eso no duró.
—David Dunham —dijo Pedro como si nombrara al diablo.
Y a Paula no le extrañó. Su ex era famoso por sus demoledoras crítica. Los chefs lo temían y detestaban a partes iguales. Su padre se había puesto lívido cuando le anunció que se habían prometido.
—Si te casas con él, te repudiaré —le dijo el mismo día de la boda.
—Estarás encantado. Siempre he sido una desilusión para tí.
—Eso no es verdad, Paula. Lo serás si sigues adelante con esto. Sabes que no lo amas.
—¿Tú qué sabes? ¿Cómo vas a conocerme si jamás has pasado tiempo conmigo? —había replicado ella.
—Dime que lo amas —la retó su padre—. Dime que no te casas con él para vengarte de mí.
—Eso solo es una ventaja añadida —respondió ella, incapaz de admitir que tenía razón.
En ese momento, con las mejillas ardiendo, dijo a Pedro:
—Fue la peor época de mi vida.
—Ese tipo es un imbécil. No hace críticas: Insulta. Recuerdo que a tu padre le dió solo dos puntos.
—Así fue como nos conocimos. Mi padre estaba furioso y me mandó al periódico para que exigiera una rectificación —Paula cerró los ojos y sacudió la cabeza—. Acabé aceptando una invitación de David a la ópera. Lo hice solo para irritar a mi padre. Casarme con él fue el golpe definitivo.
—¿Cuánto tiempo duró su matrimonio?
—Recuperé el sentido común en cuestión de meses. Pero fue suficiente para que mi padre dejara de hablarme.
Pedro sabía que no era de su incumbencia, pero no pudo reprimir la pregunta:
—¿Lo amabas?
—No —dijo Paula sin titubear—. Y él tampoco a mí. También él quería provocar a mi padre. Por eso mismo fue una boda imperdonable.
—Pero ahora quieres ser perdonada.
—Quiero recuperar una relación con mi padre sin resentimiento ni amargura. Ahora dudo que vaya a conseguirlo.
Desde el punto de vista de Pedro, también Luis había actuado mal, pero decidió cambiar de tema.
—¿Puedo pedirte un favor?
Paula parpadeó, sorprendida, pero asintió.
—¿Qué favor?
—Va a ser el sesenta cumpleaños de mi madre y mis hermanas dicen que este año no basta con que lleve flores.
—¿Quieres que te ayude a elegir un regalo?
—Así es, ¿Lo harás?
—Claro —Paula apoyó los codos en la mesa y dijo—: Háblame de ella, de sus intereses y sus hobbies.
Pedro se rascó la mejilla.
—Le gusta cocinar. De hecho, ha insistido en cocinar para la fiesta.
—¿Fue ella quien te aficionó a la cocina?
—Sí —los recuerdos hicieron sonreír a Pedro. Mientras el padre de Paula había usado la cocina como castigo, su madre la había convertido en una diversión. Si recogía su habitación, compartía con él la receta de sus galletas. Cuando sacaba buenas notas, le enseñaba a preparar sus mejores platos—. Es una gran cocinera. Casi todas sus recetas proceden de su madre.
Él había incorporado algunas al menú de su restaurante. También de esas se había apropiado Candela.
—Debe estar muy orgullosa de tí —dijo Paula con melancolía.
—Así es. Tanto ella como mi padre tuvieron que sacrificarse para mandarme a la escuela de cocina —Pedro bebió un sorbo de café, pero no consiguió librarse de la amargura que sentía cada vez que pensaba en Candela.
—¿Necesita algún instrumento de cocina? —preguntó Paula, volviendo al regalo.
—Creo que tiene todo lo que necesita.
—¿Qué más cosas le gusta hacer?
—La jardinería. Pero no tiene un jardín grande. Planta hierbas aromáticas en macetas.
—¿Una planta de interior?
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