jueves, 2 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 15

Paula percibió la mano de Pedro en su cintura, a un tiempo tranquilizadora y sensual.


—No debería estar aquí —consiguió decir finalmente, tratando de contener un ataque de pánico.


Había contado con que su padre no fuera al estudio hasta que solo quedaran tres concursantes. El propio Gustavo se lo había confirmado cuando ella lo preguntó durante las pruebas clasificatorias.


—Es su restaurante. Es lógico que venga —comentó Pedro.


Antes de que Paula contestara, su padre entró en el estudio. Apenas había cambiado con los años. Solo tenía el cabello plateado en las sienes y se había dejado barba y bigote. Las arrugas alrededor de sus ojos y su boca eran más profundas. Estaba a punto de cumplir los sesenta y cinco, y ni siquiera él, tan poderoso, podía impedir los estragos del tiempo. El año anterior había sufrido un ataque al corazón tras el que, según sabía Lara por su tía, los médicos le habían advertido que debía moderar su frenético estilo de vida. Entre tanto estaba decidiendo a quién dejar su legado. No solo estaba eligiendo a su sucesor con aquel concurso, sino su posible heredero. Ella sintió el corazón en un puño. Había querido ganarse su respeto en la competición, pero ya no podría ser.


—Buenos días, chefs —dijo con la resonante voz que Paula tan bien conocía desde su infancia—. No pensaba venir a conocerlos hasta que quedaran los mejores, pero he  decidido darles una sorpresa.


Paula tragó saliva y se revolvió el flequillo, lamentándose de que no fuera más largo.


—Quería conocer en persona al ramillete de candidatos que la emisora ha seleccionado. ¿Así que creen que están a la altura del Chesterfield?


Se cruzó de brazos y miró alrededor, deteniendo su mirada una fracción de segundo en cada concursante. Hasta que llegó a Paula y parpadeó.


—¿Paula? —dijo, incrédulo. Por un instante ella quiso creer que se alegraba de verla. La hija pródiga volviendo a casa. Pero la incredulidad se transformó en desilusión y enfado y ella tuvo claro que no era bienvenida.


Luis gritó a Diego:


—¿Qué significa esto? ¿Qué hace aquí?


—No-no sé de qué me habla —balbuceó el presentador.


Luis miró en torno.


—¿Es una broma?


Gustavo, que no comprendía nada, dió un paso adelante y dijo:


—Yo mismo he probado algunos de sus platos. Le aseguro que son excelentes. Ha tenido que superar a grandes cocineros para estar aquí.


—¡Que alguien me explique qué hace aquí!—exigió su padre una vez más, como si no hubiera oído a Gustavo.


Paula miró a Pedro, que mantenía la mano en la parte baja de su espalda. Luego tragó saliva y, tomando fuerza de ese contacto, se dirigió hacia su padre, sabiendo que era mejor enfrentarse a su ira que acobardarse.


—Estoy aquí para competir por la oportunidad de dirigir tu cocina.


Luis rió con desdén.


—Esa oportunidad la tuviste y la dejaste pasar.


—Lo sé —admitió ella, alzando la barbilla.


—¿Y tienes el descaro de presentarte aquí como si nada?


—No me he presentado como si nada —argumentó ella—. Estoy aquí para competir. Como ha dicho Gustavo, me he ganado el puesto.


—¿Tú? ¿Una estilista gastronómica?


El tono insultante de su padre fue peor que una bofetada. Pedro le presionó la espalda con la mano. ¿Recordaría el tono despectivo con el que también él se había referido a su profesión?


—Así es, señor Chesterfield —dijo Gustavo, vehementemente—. Paula Chaves ha superado todas las pruebas hasta llegar aquí por sus propios méritos.


—Excepto que no se llama Paula Chaves.


—¿Disculpe?


—¿De verdad no sabe quién es? —preguntó Luis, su voz resonando como un trueno.

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