jueves, 16 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 32

 —Una copa de tinto de la casa.


—Muy bien. ¿Y tú, Pedro, la cerveza de siempre?


Tras asentir, él añadió:


—Y un plato de espárragos.


—¿Espárragos? —preguntó Paula.


—Vienen envueltos en jamón y en una masa crujiente — explicó él.


—A los clientes les encantan —comentó Jimena.


—Paula juzgará por sí misma. Es chef.


—¿De verdad? —Jimena abrió los ojos—. Nunca pensé que volverías a salir con otra de esas.


El comentario hizo que Paula enarcara las cejas. En lugar de marcharse, tal y como Finn habría querido que hiciera, Jimena acribilló a Paula a preguntas.


—¿Trabajas para clientes privados, como Pedor? ¿Se han conocido en el trabajo? Espero que no estés en el concurso de la televisión, compitiendo con él.


—Paula ya no está en el programa —Pedro se mordió la lengua. ¿Cómo podía ser tan idiota e incluir la palabra «Ya»?


—¡Oh, no! ¿Te han eliminado? ¡Cuánto lo siento!


Aunque la luz era tenue, Pedro pudo ver que Paula se sonrojaba.


—Jime… —empezó. Pero su prima era imparable.


—¡Qué rabia! Seguro que tienes más suerte la próxima vez. No hay que darse por vencido. Fíjate en Pedro. Ha recibido muchos golpes, pero ha conseguido recuperarse y por fin volver al terreno de juego —Jimena carraspeó—. No me refiero a salir con alguien. Ya sabes lo que quiero decir.


—Sí. Lo sabemos —dijo Pedro con aspereza—. ¿Te importa traernos las copas?


—Claro, claro —Jimena hizo una mueca—. Cuando empiezo no paro. La primera ronda va por mi cuenta.


—¿Qué ha pasado con contestar con monosílabos? — masculló Paula en cuanto se quedaron solos.


—Lo siento —dijo Pedro, riendo.


—No pasa nada. De hecho, Jimena ha contestado una pregunta que llevo varios días haciéndome.


—¿Cuál?


—Si sales mucho. Por su entusiasmo al ver que venías con una amiga, está claro que no eres un ligón.


Pedro rió de nuevo.


—Nunca lo he sido. Además, hace tiempo que no salgo con nadie.


Continuaron charlando hasta que una camarera se acercó con sus copas.


—Los espárragos estarán listos en unos minutos —anunció.


Paula probó el vino, degustándolo de una manera que casi arrancó un gemido a Pedro.


—Muy bueno. Iría bien con mi especialidad de ternera.


—¿Cómo es?


Paula describió un plato que hizo que a Pedro se le hiciera la boca agua, no solo por la comida, sino por la imagen que se hizo de ella mientras lo preparaba.


—Tendrás que hacérmelo la próxima vez. O enseñarme a prepararlo.


Paula asintió. No parecía extrañada de que hicieran planes.


—Me encantará —dijo. 


Y vió que casi se había acabado la copa. El vino le dejó una sensación agradable. También ayudaba el hombre que tenía frente a sí. Pedro era como una bocanada de aire fresco en su realidad del momento. O mejor, un arco iris en medio de una espantosa tormenta.


—Estás sonriendo —comentó él.


—Sí. Gracias.


—¿Por qué?


—Porque sí.


—Creo que sé a lo que te refieres.


—¿Sí?


—Sí. Yo pienso lo mismo respecto a tí.


La camarera llegó con los espárragos. Paula tomó uno. Tenían un aspecto delicioso.


—¡Qué buena pinta!


—Esa es la opinión de la estilista. Ahora quiero la de la chef.


Paula le dió un bocado y lo saboreó mientras Pedro la observaba, expectante.


—Tan delicioso como aparenta —dijo finalmente con una amplia sonrisa.


—Es un magnífico primer plato —dijo él, devolviéndole la sonrisa.


—¿Y cuál sería el plato principal?


Paula habría jurado que la temperatura en el bar subió varios grados cuando Pedro contestó: 


—Prefiero enseñártelo.



Llevar a ebullición


La impulsividad había causado muchos problemas a Paula, así que llevaba tiempo, sobre todo desde su divorcio, actuando con cautela… Sobre todo en relación a los hombres. Había tenido citas con varios, pero no había repetido. Por eso llevaba tiempo sin practicar sexo: Prefería no tener que arrepentirse a la mañana siguiente. Pero aquella noche, con Pedro, todo parecía diferente, como si tuviera ante sí un horizonte prometedor aunque su vida presente fuera un desastre.


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