—No. Pero he pasado por delante muchas veces de camino a la revista.
No tardaron en llegar. Aunque era un día entre semana, estaba bastante animado. Los profesionales de la tarde habían dejado lugar a jóvenes estudiantes acompañados por algún veterano curtido.
—Es muy agradable —comentó Paula mientras sorteaban mesas altas hacia un reservado en la parte trasera.
—A mí también me gusta.
No había grandes pantallas de televisión retrasmitiendo deporte ni figuritas colgando del techo. La decoración era sencilla y rústica. De hecho, se parecía a la casa que la familia de Pedro tenía en Vermont. Era el modelo en el que su prima Jimena, la dueña, se había inspirado al montar el negocio. Y había sido un éxito desde el primer momento. Pedro se sentía orgulloso de su prima. En el Spanky’s se reunía la gente para charlar en torno a una buena copa y comida de calidad por un precio razonable.
—Creo que la mujer que está detrás de la barra intenta reclamar tu atención —comentó Paula.
Pedro estaba seguro de que era Jimena.
—Haz como que no la ves —dijo él.
—¿Es amiga tuya?
—Es mi prima. Y la dueña del local.
Lara sonrió.
—¿Y fue su primo, el gran chef, quien la ayudó a diseñar el menú?
—Sí. Spanky’s es más un bar que un restaurante, pero Jimena quería servir comida especial, así que le hice algunas sugerencias.
—¡Qué amable por tu parte!
Pedro se encogió de hombros.
—Somos familia.
—No todas las familias son como la tuya.
Pedro se tragó una disculpa por temor a incomodar a Lara.
—Ahora que sé que la carta es cosa tuya, estoy ansiosa por probar algo —dijo ella.
—No te vas a sentir desilusionada —contestó Pedro.
Su tono fanfarrón hizo sonreír a Paula. En lugar de mandar a una camarera, Jimena acudió a su mesa en persona, tal y como Pedro había calculado que haría. Desde su divorcio, todas las mujeres de su familia se empeñaban en concertarle citas. Estaba seguro de que el rumor de que le habían visto con una mujer correría como el fuego en la familia Westbrook. En cuanto la vio aproximarse, dijo a Paula:
—Te advierto que las mujeres de mi familia son unas cotillas y va a intentar sacarte información. Contesta con monosílabos.
—¿Y si me amenaza con llevarme al cuarto de las escobas y arrancármela con el suero de la verdad?
—Ríete todo lo que quieras —dijo Pedro, controlándose para no reír a su vez—. Pero luego no digas que no te he advertido.
—Vale. No me quejaré —Paula hizo un saludo militar justo cuando la prima de Pedro llegaba a la mesa.
Jimena era cinco años más joven que él. Era una mujer alta y fuerte, con mucha personalidad.
—Hola Pedro. No sabía que ibas a venir, y menos con… Una amiga —comentó, alzando las cejas.
La sutileza no era una de sus mejores características.
—Ha sido una decisión improvisada. Paula y yo estábamos cerca y… —se encogió de hombros y dejó la frase en suspenso, sabiendo que Jimena rellenaría los huecos.
—Ya sabes que siempre me alegro de verte —Jimena sonrió con complicidad—. Y me encanta que vengas con… Una amiga.
Pedro contuvo un gruñido a duras penas.
—¿Vas a presentarnos? —preguntó su prima.
—Jimena, Paula —dijo él, moviendo la mano de una a otra.
—Encantada de conocerte —Paula le tendió la mano.
—Lo mismo digo.
—Me encanta tu local. Es muy agradable.
—Gracias, eso era lo que pretendía —Jimena miró a Pedro y refiriéndose a Paula, añadió—: Me gusta.
—Ya somos dos.
—¿Qué quieres tomar? —preguntó a Paula.
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