Paula empezó a emplatar. La cocina no era lo bastante grande como para una mesa, así que había montado una barra ancha contra una de las paredes. La había decorado con unas hortensias azules y un candelabro de plata en cada extremo. Con los platos listos, puso un par de manteles individuales de cuadros azules y blancos y servilletas blancas, lo que le dio cierto aire francés.
—Se nota que sabes lo que haces —dijo Pedro, pasándole una copa de vino.
Tras dar un sorbo, ella dijo:
—Lo mismo digo con la elección del vino —iría perfecto con el salmón.
—Me has pedido tinto y este es mi favorito.
—También el mío a partir de ahora. Tiene un toque de roble y vainilla. ¿Es americano o francés?
Pedro sonrió enigmáticamente y dijo:
—Es un secreto.
Paula dejó su copa sobre uno de los manteles.
—Toma asiento. Enseguida estoy contigo.
Mientras Pedro ocupaba uno de los taburetes, Paula bajó la luz de la cocina con un regulador de intensidad. Luego apretó el botón de un mando a distancia y empezó a sonar la trompeta de Miles Davis.
—¿Te gusta el jazz? —preguntó Pedro.
—Es una herencia de un novio de adolescencia que era un fan de Coltrane. Si no te gusta, puedo poner otra cosa.
—No, es muy agradable —Pedro alzó su copa—. Quiero hacer un brindis: Por los buenos comienzos —y la chocó contra la de Lara.
Era un brindis peculiar, teniendo en cuenta que Lara acababa de sufrir una derrota tanto profesional como personal. Sin embargo, a ella le pareció oportuno. A pesar de todo, sentía que estaba en el buen comienzo de algo. A pesar de que Pedro no era un entusiasta de los musicales, disfrutó plenamente de Annie. De hecho, le dió pena que acabara porque significaba que la velada con Paula se acercaba a su fin. Los sentimientos que despertaba en él eran absurdos teniendo en cuenta que apenas se conocían. Le asustaban, pero no tenía el menor deseo de reprimirlos. Salieron del teatro y caminaron un par de manzanas hacia Times Square.
—Se está haciendo tarde —dijo ella.
—¿Es demasiado tarde para tomar una copa?
—No. No tengo que levantarme temprano —dijo Paula, sonriendo.
Tampoco él. Podían dormir tanto como quisieran… Si es que optaban por dormir. Pedro carraspeó.
—Conozco un sitio cerca de donde nos conocimos que tiene una buena lista de vinos. También sirven excelentes raciones.
—Suena bien, ¿Es de donde salías para tomar el taxi?
—No. Salía de mi apartamento. Tengo un estudio cerca de aquí.
Paula ralentizó el paso y sonrió antes de preguntar:
—¿No serás el dueño de ese sitio en el que dan excelente comida, verdad?
—No. Es un pub de verdad. Se llama Spanky’s. ¿Lo conoces?
Pedro no tuvo claro si Paula se sentía aliviada o desilusionada de que no fueran a su departamento. Por su parte, lo tenía claro.
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