jueves, 9 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 21

Pedro sabía cuánto lo había ayudado el ánimo y el refuerzo positivo que había recibido de sus padres. No solo habían ahorrado y pasado penurias para enviarlo a la escuela de cocina, sino que habían hipotecado su casa para ayudarlo a abrir el restaurante. Y había contado con su apoyo incluso cuando les anunció que se casaba con Candela, a la que no apreciaban; y especialmente cuando ésta había arruinado su reputación, robándole sus recetas. Al ver la expresión angustiada de Paula, decidió cambiar de tema aunque su curiosidad no estuviera plenamente satisfecha. Pero tendría que esperar. En aquel momento necesitaba que la animara. Y él sabía cómo hacerlo.


—¿Quieres pasar la tarde conmigo?


—Haciendo qué.


Paula frunció los labios levemente, en un gesto que hizo pensar a Pedro en una actividad mucho más íntima de la que iba a sugerir. «En otro sitio y en otro momento», se dijo.


—¿Has volado alguna vez una cometa?



Precalentar el horno


El sol brillaba a través de un cielo azul cubierto por una fina película de nubes. Paula no recordaba la última vez que había ido a Central Park,  pero en aquel momento, uno de los peores días de su vida, estaba allí con Pedro, volando una cometa. O al menos, intentándolo, porque acababa de enredarse en la copa de un roble. Pedro y ella la habían comprado en una juguetería. Era una mariposa colorida que en aquel momento intentaban rescatar de entre las ramas. De vez en cuando la brisa la sacudía, dificultando aún más la operación.


—No hay nada que hacer —dijo Paula.


—Claro que sí. Voy a trepar por ella —dijo Pedro, pasándole la cuerda.


Aunque lo dijo como si fuera sencillo, la primera rama del árbol quedaba a una altura considerable. Consiguió asirse a ella en un segundo salto. Se quedó colgado unos segundos, pataleando, a la vez que se abrazaba a la rama. En el proceso, se le salió la camisa de los pantalones, dejando a la vista unos espectaculares abdominales, cubiertos por una película de suave vello que desaparecía bajo la cintura del pantalón. Paula no pudo apartar los ojos de ese punto mientras él trataba de subirse a la rama. Perdió agarre y cayó al suelo. Ella corrió hasta él.


—¡Pedro! ¿Te has hecho daño?


—Solo en mi orgullo —gruñó él, incorporándose sobre el codo—. No estoy en forma. Me temo que nuestra expedición ha llegado a su fin.


Paula miró hacia la cometa, que tenía un aspecto lamentable, atrapada en la copa del árbol.


—Gracias por haberlo intentado —dijo, rozando la sien de Pedro con la excusa de quitarle un poco de barro—. Gracias por todo lo que has hecho hoy.


—Tú has invitado al café.


—Ya sabes a lo que me refiero.


—Sí, lo sé —dijo Pedro con expresión solemne.

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