martes, 21 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 35

Lo que explicaba que estuviera tan ansioso por ganar el concurso. Paula optó por el humor.


—No es fácil conocer a alguien con tan mala fama como yo en los círculos culinarios de Nueva York.


Tal y como esperaba, Pedro dejó escapar una carcajada.


—Si te sirve de consuelo —añadió Paula—, mi ex le dedicó una crítica espantosa en su última columna.


—Lo sé. Y me gustaría alegrarme de que el Rascal’s pierda su reputación, pero… —la sonrisa de Pedro desapareció.


Paula decidió cambiar de tema. Aunque no tenía hambre, se sentó en uno de los taburetes de la isla y dijo: 


—En Spanky’s has mencionado un plato principal.


—Sí —Pedro fue hacia el frigorífico—. Hace tiempo que no hago la compra, así que tendré que preparar algo con lo que haya.


Abrió la puerta doble, de espaldas a ella. Mientras rebuscaba en los estantes, Paula lo observó a él. Como le había dicho a Rocío, era un ejemplar magnífico desde los anchos hombros al prieto trasero.


—¿Tienes mucha hambre?


Sin apartar la mirada de su trasero, Paula dijo irreflexivamente:


—Muchísima.


Pedro se volvió y ella notó que se ruborizaba. Una mirada de entendimiento pasó entre ellos. La de él, pura masculinidad. Lara la había visto antes: cuando sus manos se rozaron al asir la manija del taxi; mientras volaban la cometa; y, aquella misma noche, en el Spanky’s. Todas esas miradas habían sido intensas, pero la de aquel momento podría haber encendido una hoguera en medio de una tormenta.


—Tengo pasta e ingredientes para una boloñesa, pero ya sabes que para conseguir una buena salsa hace falta tiempo. Los sabores deben madurar.


—Y fundirse.


—¿Estás dispuesta a esperar, Paula?


—La verdad es que la paciencia no es uno de mis atributos.


—Entonces —Pedro sacó un cuenco y cerró las puertas—, tengo estos restos de la cena de ayer. Pollo Thai.


—Suena picante.


—Lo está —Pedro sonrió—. ¿Te interesa?


—Desde luego —dijo Paula. No se refería al pollo, y por cómo la miraba, Pedro tampoco—: ¿Puedo probarlo?


—Claro. ¿Quieres que lo temple?


Paula sacudió al cabeza y rodeó la isla.


—Así está bien.


Pedro destapó el cuenco, pero eso fue lo único que hizo antes de que se fundieran en un abrazo. Vagamente, Paula percibió los aromas del jengibre y el cilantro, pero sus sentidos estaban concentrados en el aroma, el tacto y el sabor de él. Ninguna proximidad le resultaba bastante a pesar de que estaban pegados desde los muslos a los labios. Nada era suficiente. Estaba caliente, firme, acogedor. Un suspiro escapó de sus labios y él lo replicó.


—Llevo… Pensando en esto… tú y yo… desde hace tiempo — musitó, mordisqueándole el cuello.


—Yo también —admitió Paula.


Pedro rió.


—Me alego. ¿En qué más has pensado?


Pedro quería que marcara ella los parámetros y por eso le ofreció una puerta de salida por si cambiaba de idea. Podía retirarse o lanzarse de cabeza. Y Paula, más que sentirse osada, tuvo la sensación de hacer lo correcto al decir: 


—En tu camisa. En cómo estarías sin ella.


La risa de Pedro reverberó en su cuerpo. Fue una sensación deliciosamente erótica, pero lo que la dejó sin aliento fue la respuesta de él: 


—Yo he estado pensando lo mismo. ¿Y si satisfacemos nuestra curiosidad?


Paula se llevó las manos al primer botón de la blusa, pero él se las retiró.


—Déjame a mí.


—Vale, pero solo si tú me dejas a mí.


Un hambre muy distinta se apoderó de ella cuando Pedro le desabrochó la blusa. Cuando llegó a la cinturilla de la falda, le acarició delicadamente la piel de la cintura, y ella dejó escapar un suspiro. Sin apartar la mirada de sus ojos, él sonrió y cuando le abrió la blusa, soltó un silbido. Empezó a deslizársela por los brazos, pero Paula lo detuvo.


—Me siento un poco expuesta —dijo, indicando los ventanales con la cabeza—. ¿Te importa?


—Enseguida vuelvo —Pedro corrió las cortinas y apagó una lámpara para atenuar la luz. Luego volvió a su lado—: ¿Por dónde íbamos?


—Por… Aquí —dijo Paula, quitándose la blusa.


Pedro lanzó un gemido de apreciación. Paula sonrió y susurró:


—Ahora me toca a mí.

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