—Me pregunto si incorporarán a uno de los participantes que quedó eliminado —comentó Fiorella.
—Yo creo que los chefs que no pasaron el corte pondrán una demanda —dijo Ángela.
Las especulaciones no tenían fin.
—Pronto lo sabremos —Pedro Finn, cansado de tanta palabrería.
—¿Echas de menos a tu novia? —dijo Rafael con desdén.
Ni Paula era su novia ni era verdad que la echara de menos, pero la burla tocó hueso. La primera chispa de atracción entre ellos había persistido incluso después de saber que eran adversarios. Que Paula hubiera mentido debería haber apagado esa llama, pero saber que ya no estaban en campos opuestos había dejado a Pedro alterado, confuso. ¿Qué pasaría a partir de entonces? La pregunta que se repetía una y otra vez no tenía nada que ver con el concurso, y eso lo irritaba.
—Solo que no tiene sentido hacer especulaciones —masculló.
Rafael miró a su alrededor y sin dirigirse a nadie en particular, dijo:
—Si fueran listos, harían el concurso con los once que quedamos.
—No pueden hacer eso —dijo Kevin.
—¿Por qué no? —lo retó Rafael. Y al ver que Kevin se encogía de hombros, continuó—: Alguien en la cadena debía saber quién era Paula en realidad y cobró para dejarla llegar a la final.
Ángela y algunos otros asintieron, pero Pedro no creía que fuera verdad. La sorpresa con la que habían reaccionado era demasiado genuina como para ser un montaje; al igual que la hiperactividad que estaban desarrollando lo ejecutivos para resolver el problema. Paula había mantenido en secreto su identidad. Dió la espalda a los demás y fue a una esquina a beber el café que ya se había quedado frío. Finalmente, Gustavo apareció para decirles que la grabación se retrasaría al menos una semana, mientras buscaban una solución.
—¿Qué va a pasar con el puesto de Paula? —preguntó alguien.
—No estamos seguros. Lo sabrán lo antes posible —dijo Gustavo—. Entre tanto, relajense. Como agradecimiento a su paciencia, vamos a darles entradas para un musical. Lucila les dará los detalles.
Solo una persona podía contestar las preguntas de Pedro, pero dudaba de que volviera a verla. No tenía ni su teléfono ni su dirección. Y no estaba seguro de cómo se sentía al respecto. Aunque Gustavo no hubiera confirmado oficialmente que Paula hubiera sido expulsada, era lo asumible. Además, Pedro suponía que la cadena no podía correr el riesgo de que los espectadores pensaran que el resultado estaba amañado, y que los abogados estaban ganándose el salario, buscando una solución. Mentiras y engaños. Pedro había experimentado suficiente de ambos. Sin embargo, cuando vió a Paula en la acera, esperando un taxi, no dudó en ir hasta ella.
—Un día difícil, ¿Eh? —dijo cuando estuvo su lado.
Paula se sobresaltó y, al girarse, lo miró con una mezcla de vergüenza y de la culpabilidad que Pedro había percibido con anterioridad, y cuyo origen por fin comprendía.
—Los he tenido mejores. Ahora mismo no le caigo bien a nadie. Ni a la cadena, ni a los concursantes, ni, por supuesto, a mi padre.
—¿Cómo esperabas que reaccionara?
Paula se encogió de hombros y dijo:
—Supongo que tú tampoco estás contento conmigo.
—Vaya, señora Chaves, qué le hace pensar eso —dijo él con sorna.
—Si sirve de algo, quiero que sepas que no me ha gustado mentirte sobre mi nombre.
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