martes, 7 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 20

El tono compasivo de Pedro le atenazó la garganta. Cuando se inclinó y le acarició el brazo, Paula tuvo que morderse la lengua para no llorar. Hacía años que no se sentía tan vulnerable, y era una sensación que no le gustaba. Encogiéndose de hombros y componiendo un gesto impasible, contestó: 


—Han pasado muchos años. Ya lo he superado.


Pedro la observó con sus intensos ojos grises, y ella intuyó que sabía que mentía. Desvió la mirada y, fijándola en los transeúntes, continuó: 


—En cualquier caso, no puedo culparla por estar harta de ser un personaje secundario —igual que le había pasado a ella —. Haciendo justicia a mi padre, tengo que decir que tampoco era fácil vivir con ella. Era y es una escritora frustrada.


—¿Quieres decir que no ha sido publicada?


Paula rió con sorna.


—Que yo sepa, ni siquiera ha terminado un manuscrito. Se dedica a perfeccionar los primeros capítulos de la única novela que empezó cuando yo estaba en el colegio. Se trata del asesinato de un famoso chef —concluyó, sarcástica.


—Entonces casi es mejor que no la haya acabado.


El comentario de Pedro logró que Paula esbozara una sonrisa.


—Puede —Paula resopló—: Hace años que vivimos vidas independientes. Yo empezaba a querer reconciliarme con mi padre cuando sufrió el infarto.


—La adversidad tiende a reconciliar a las familias.


Por cómo se expresó, Paula pensó que Pedro hablaba por experiencia personal, pero él le hizo una señal con el dedo para que continuara, así que se reservó la pregunta.


—Cuando mi madre se enteró, también me animó a acercarme a él. Creo que se sentía culpable por lo mal que me había hablado de él tanto antes como después del divorcio —Paula sumergió el cantucco en el café y le dió un bocado antes de seguir—: Ella fue quien insistió en que me apuntara al concurso.


—¿No tienes hermanos ni hermanas?


—No —a pesar de que no hubieran sido los mejores padres, eran lo único que Paula tenía.


—Debe de ser difícil. Yo tengo dos hermanas menores que yo —Pedro continuó con una media sonrisa—. De pequeño pensaba que eran una pesadilla, pero ahora las adoro. Siempre están ahí cuando las necesito.


—¡Qué suerte! Yo tengo una amiga así —dijo Paula, pensando en Rocío Heartland—. Es como una hermana.


—La relación con tu padre está tan deteriorada que no puedes simplemente llamarlo por teléfono.


Paula sacudió la cabeza con tristeza.


—He quemado todos los puentes. Ya lo has visto hoy. Cualquier intento que he hecho ha recibido la misma respuesta. Incluso hizo que me echaran del hospital cuando acudí a visitarlo —explicó a Paula, avergonzada—. Me cuelga el teléfono y ha dicho a sus amigos que no tiene ninguna hija.


Pedro maldijo entre dientes.


—¡Qué crueldad!


—Supongo que me lo merezco.


Pedro miró a Paula en desacuerdo.


—No, Paula, nadie merece ese trato de su propio padre.


Ella tragó saliva al tiempo que la visión de Pedro se nublaba, y quiso buscar consuelo en sus palabras. La infancia de Paula era opuesta a la de Pedro, que había sido feliz junto a sus dos hermanas. Tanto ellas como el resto de su familia, habían estado a su lado durante la crisis de su matrimonio y de su negocio. Al otro lado de la mesa, Paula había bajado la mirada, tenía los ojos brillantes y se esforzaba por contener las lágrimas, que disimulaba recogiendo las migas que habían quedado esparcidas en la mesa. Pero su aparente serenidad no lo engañaba. Los acontecimientos del día pesaban sobre ella como una losa. No había entrado en el concurso exclusivamente por reconciliarse con su padre. Era obvio que había otra razón: Paula Dunham buscaba su aprobación. ¿Qué hijo, incluso de adulto, no anhelaba la aprobación familiar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario