Paula sonrió y, con gesto serio, Pedro continuó:
—Todo va a ir bien, Paula. Seguro que encuentras la manera de arreglar las cosas con tu padre. Y si lo que quieres es un cambio en tu carrera profesional, estoy seguro de que lo conseguirás.
—Gracias —dijo Paula, aunque sin convencimiento.
Pedro le acarició la mejilla.
—La perseverancia es lo que te ha hecho llegar hasta aquí, ¿No?
—Puede que tengas razón.
El tiempo apremiaba, pero Pedro no podía irse sin un último beso.
—¿Isadora mañana por la mañana? —preguntó a la vez que alzaba el brazo para llamar a un taxi.
—¿Las siete es muy temprano para tí?
—Me pondré el despertador —ver a Paula a primera hora merecía dormir poco.
Un taxi se aproximó a la acera mientras ellos intercambiaban números de teléfono.
—Gracias por evitar que mi día haya sido un total desastre.
Pedro quitó importancia al agradecimiento de Paula con un ademán de la mano. Él había recibido tanto como había dado. No recordaba la última vez que se había tomado la tarde libre. La atrajo hacia sí para un último beso que tuvo que ser breve porque el taxista los observaba con impaciencia. Aun así, se descubrió pensando en ese beso y en el gesto complacido de Paula durante el resto de la tarde.
—Lo siento, Paula. Sé cuánto significaba para tí —dijo su amiga Rocío.
Estaban sentadas en el sofá del pequeño departamento de Paula, empapuzándose con el helado que Rocío había tenido el detalle de llevar. Su amiga era una actriz en apuros, no había otra manera de describirla. Pero siempre estaba a disposición de Paula, para ayudarla a superar cualquier trauma con una buena dosis de helado de chocolate.
—Debía haber traído un litro —masculló Rocío.
—Menos mal que no lo has hecho. Es mi segundo helado hoy.
Rocío chupó la cucharilla.
—¿El segundo?
—Hemos ido al parque a volar una cometa —Paula sonrió al recordar el triste destino de la mariposa.
—¿Hemos? Por como lo has dicho, asumo que ese plural incluye a un hombre.
—Cien por cien —confirmó Paula.
Pensando en el agudo sentido del humor de Pedro, en sus seductores ojos y en lo que había visto de su torso, suspiró.
—Vaya, vaya.
—¿Qué?
—No te había oído suspirar por un hombre desde… Nunca. ¿Dónde y cuándo lo has conocido?
—A la salida de la revista, hace una semana. Iba de camino a la cadena de televisión. Llamamos al mismo taxi.
—Y lo compartieron… —aventuró Rocío, sonriendo.
—No, jugamos a Piedra, Papel y Tijera para ver quién se lo quedaba —Paula saboreó una cucharada de helado, y el recuerdo.
—¿Se supone que eso fue romántico?
No hay comentarios:
Publicar un comentario