martes, 14 de noviembre de 2023

Rivales: Capítulo 28

Visitaron tres tiendas antes de encontrar lo que buscaban: Un estudio en el que daban clases a adultos, con la ventaja de que tenían un local cerca de la casa de los padres de Pedro. Como no sabía el número de pie, Paula le sugirió que sacara una fotografía a un par y la convirtiera en la tarjeta de cumpleaños con un ticket regalo para las clases.


—¿Vas a cenar a casa de tus padres? —preguntó Paula cuando salieron.


—No.


—¿Tienes trabajo?


—No. He despejado mi agenda durante las próximas semanas para encajar el concurso.


—¿Semanas? —preguntó ella con sorna.


—Ya ves, me siento optimista —dijo él, esbozando una sonrisa.


—Espero que ganes —dijo Paula, poniéndose seria—. Si no voy a ser yo quien dirija la cocina de mi padre, al menos me alegro de que tú puedas conseguirlo.


—Gracias. Eso significa mucho para mí.


Pedro apretó la mano de Paula. Por primera vez en mucho tiempo, tenía la sensación de que todo iba a ir bien. Cocinar a fuego lento.


 Aunque no habían hecho ningún plan al separarse el día anterior, él llamó a ella a las ocho de la mañana. Contestó al tercer timbre, jadeante.


—Hola, Paula. Soy Pedro. ¿Te llamo en mal momento?


—Estoy… Acabando… Mi… Entrenamiento —dijo ella entrecortadamente.


Pedro tuvo que contener un gemido al imaginarla en unas mallas ajustadas, sudorosa.


—Te puedo llamar más tarde.


—Dame… Un cuarto de hora.


—Vale.


Pedro calculó que necesitaría al menos ese tiempo para que le bajaran las pulsaciones. Pero cuando volvió a llamar, seguía teniendo el corazón acelerado.


—¿Qué pasa? —preguntó Paula.


Pedro bajó la mirada a su ingle, pero decidió callarse.


—¿Estás ocupada esta noche?


—No, a no ser que cambiar los muebles de mi departamento cuente.


—¿Sueles hacerlo a menudo? —preguntó Pedro, sonriendo.


—Solo cuando he tenido una mala semana —explicó ella.


Pedro rió.


—Cuando yo tengo una mala semana, abro una cerveza y veo alguna serie.


Se alegró de conseguir que Paula riera; le gustaba que sus bromas la sacaran de su abatimiento.


—¿Por qué lo preguntas? —dijo ella—. ¿Quieres que te ayude con otro regalo o que vayamos a volar una cometa?


—No. Solo voy de compras excepcionalmente y en cuanto a la cometa, ya he hecho bastante el ridículo.


Una carcajada le llegó del otro lado de la línea.


—Entonces, ¿Qué quieres hacer?


Una pregunta inocente que provocó una respuesta primitiva en Pedro. Carraspeó para librarse de pensamientos inoportunos.


—Tengo dos entradas para un musical. Nos las dieron en la cadena para compensarnos por las molestias de la semana pasada.


Hizo una mueca. ¡Vaya manera de hacerla sentir bien!  Paula no sonó ofendida cuando contestó: 


—Es justo que la aproveche puesto que fui yo quien causó los problemas. ¿Qué vamos a ver?


—Annie.


—¿Quieres ir a verla? —preguntó Paula, incrédula.


Pedro la entendía. El musical para un público familiar sobre una huérfana no estaba entre sus preferencias, pero…


—Quiero ir si tú vienes conmigo —dijo con total honestidad.


Paula mantuvo en tensión a Pedro unos segundos al retrasar la respuesta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario