martes, 31 de mayo de 2022

Juntos A La Par: Capítulo 46

 —No me esperabas, ¿Verdad? —dijo el doctor alegremente—. He venido a comer.


—Lady Haleford se alegrará de verte —dijo Paula cuando recobró la voz. El corazón le iba a explotar en el pecho.


Pedro la miró y se dió cuenta de que algo malo sucedía.


—He recibido órdenes de dar un paseo contigo antes de comer. ¿Vamos?


Paula pensó que lo más hermoso que le podía suceder en la vida era estar junto a él. ¿No podría relegar su decisión hasta que él se fuese? Intentaría recordar que eran solo amigos.


—¿Dónde está Tiger? —preguntó.


—Lo están malcriando en la cocina. Espera un segundo. Iré a buscarlos a él y a Marc.


Pronto volvió con los perros y, tomándola del brazo, comenzó a andar a paso ligero con ella.


—¿Estás muy ocupado? —preguntó ella, consciente del contacto de su brazo.


—Terrible. ¿No hay gripe por aquí?


—Uno o dos casos. ¿Has visto a lady Haleford? Me parece que está un poco mejor. Cuando llegue la primavera podré sacarla a pasear en el coche de vez en cuando. Y tiene deseos de salir al jardín también.


—Me parece que seguirás aquí unas semanas más. ¿Querrías marcharte, Paula?


—No, por supuesto que no. A menos que lady Haleford quiera que me vaya...


—Es de lo más improbable. ¿Has pensado en el futuro? 


—Sí, mucho. Ya sé lo que quiero hacer: aprender a usar un ordenador. Hay un sitio en Manchester, he visto el anuncio en el periódico —añadió, para que pareciese más convincente—. He ahorrado dinero, así que puedo buscarme un sitio dónde vivir.


El doctor se dió cuenta de que ella estaba improvisando, pero no lo dijo. Llevaban caminando a paso ligero un rato y pasaron la última de las casas del sendero. El doctor se detuvo y la hizo girarse para mirarla de frente.


—Paula, hay tanto que quisiera decirte...


—No —dijo ella—, ahora no. Y tampoco luego. Lo comprendo, pero no quiero saberlo. ¿No te das cuenta? Somos amigos y espero que siempre lo seamos, pero cuando me marche lo más seguro es que no nos volvamos a ver nunca.


—¿Qué te hace pensar que no nos volveremos a ver nunca más?


—No resultaría —dijo Paula—. Y ahora, por favor, no hablemos más del tema.


—Muy bien —asintió él con la cabeza; había una expresión helada en sus ojos azules—. Será mejor que volvamos o la señora Twitchett dirá que se le ha pasado la comida.


El doctor siguió conversando amigablemente hasta que llegaron a la casa. Bajo pretexto de ver si lady Haleford necesitaba algo, Paula escapó escaleras arriba. El aire fresco le había arrebolado agradablemente el rostro, pero seguía siendo anodina, pensó al mirarse en el espejo y pasarse el peine. Mientras comían, lady Haleford, encantada con la compañía de Pedro, le hizo miles de preguntas.


—¿Qué tal estás, Pedro? Sé que estás muy ocupado, pero tendrás algún tipo de vida social, ¿No?


—No mucha. He estado hasta arriba de trabajo.


—Ha venido de visita la Potter-Stokes, me ha traído flores de parte de su madre. Dios sabrá por qué, apenas la conozco. Con diez minutos de su cháchara quedé en cama, así que la mandé a dar un paseo con Paula...


—¿Sofía ha venido aquí? —preguntó Pedro lentamente y miró a Paula, sentada frente a él.


Ella pinchó un trozo de pollo y le lanzó una rápida mirada. 

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