Juntos A La Par: Capítulo 19

 Cuando Paula volvía de pasear a Marc, su tía la recibió en lapuerta.

—Qué pena —le dijo—. Acaba de llamar el doctor Alfonso. Se ha enterado de un trabajo por casualidad. Una señora que tiene una tienda en York necesita una dependienta. Me ha dicho el nombre, Dolores Trent, pero no sabe la dirección exacta. Es una tienda de artesanía en Shambles. ¿Por qué no te acercas a Shambles y ves si puedes encontrarla? Qué amable acordarse de tí.

Antonio la llevó después de comer y quedaron en que cuando acabase lo llamaría por teléfono. Shambles era una calle estrecha de adoquines con tiendas caras que vendían lo que compra la gente cuando está de vacaciones: Adornos, regalos, detalles de compromiso. Encontró la tienda después de recorrer la calle de arriba abajo, mirando los nombres y deteniéndose una o dos veces a mirar joyas o alguna prenda bonita en una boutique. Era pequeña, encajada entre una librería y una pastelería cuyo escaparate hacía la boca agua. Tenía jarrones de cristal, grandes cestas de flores de seda y original cerámica. En un ángulo del cristal, había una discreta tarjeta en la que ponía Se necesita dependienta. Paula abrió la puerta y entró. La señora que salió a recibirla por la cortina de cuentas del fondo encajaba perfectamente con el local: Llevaba una túnica de seda, muchas joyas y la envolvía una nube de exótico perfume.

—¿Quiere mirar? —preguntó sin demasiado interés—. Tómese el tiempo que quiera...

—Vengo por el anuncio del escaparate —dijo Paula—. Necesita una ayudante. ¿Le serviría yo?

Dolores Trent la observó detenidamente. Una joven anodina, decidió, pero de aspecto agradable.

—¿Vive aquí? ¿Tiene referencias? ¿Tiene experiencia? —preguntó abruptamente.

—Vivo con mi tía en Bolton Percy y me puede dar referencias. No tengo experiencia como dependienta, pero estoy acostumbrada a la gente. He tenido huéspedes. 

—Al menos es sincera —rió la señorita Trent—. ¿Cómo hará para venir a trabajar desde Bolton Percy?

—Espero encontrar un sitio donde vivir en York.

Varios pensamientos pasaron en rápida sucesión por la cabeza de Dolores Trent. Estaba la habitación vacía en la trastienda, detrás del servicio y la pequeña cocina, que podría amueblar con algo del trastero de su casa. Si la chica vivía allí, como tendría alojamiento gratuito, no sería necesario pagarle el salario que le correspondía... A la señorita Trent, tacaña por naturaleza, le gustó la idea.

—Podríamos ver, si las referencias son satisfactorias. Su horario sería de nueve a cinco, con el domingo libre. Tendría que mantener la tienda limpia, desembalar la mercancía, ordenarla en los estantes, atender a los clientes y ocuparse del dinero. Haría los recados y se ocuparía de la tienda cuando yo no estuviese. ¿Dice que quiere vivir aquí? Hay una habitación grande en la trastienda, con ventanas y una puerta que da a un pequeño patio. Muebles esenciales y ropa de cama. Hay una cocinita y un servicio que puede usar. Como comprenderá, si le permito vivir aquí, no podré pagarle el salario habitual.

Mencionó una suma que Paula sabía que era un poco más de la mitad de lo que le hubiese correspondido. Por otro lado, tendría un techo, seguridad e independencia.

—Tengo un perro y un gato. ¿Algún inconveniente?

—Ninguno si no aparecen por la tienda. Un perro vendría bien, hay muy poco movimiento por la noche. ¿No le da miedo?

—No. ¿Me permite ver la habitación?

Fue una sorpresa. Agradable, amplia y ventilada, con dos ventanas y una pequeña puerta que daba a un cuadrado de hierba descuidada. Pero estaba rodeado de altos muros: Félix y Marc estarían seguros allí.

Dolores la miró. La chica necesitaba el empleo, así que no era probable que se marchase sin preaviso si le parecía que había demasiado trabajo. Especialmente con un perro y un gato.

—En caso de que sus referencias sean adecuadas —le dijo—, habría un periodo de prueba de un mes. Le pagaré semanalmente. Cuando acabe el primer mes, las dos tendremos que anunciar con una semana si rescindimos el contrato. La llamaré cuando haya comprobado sus referencias.